CRÓNICA
Ginger Baker, una vida en línea recta
El legendario batería inauguró el Festival de Jazz de Terrassa con autoridad
Su grupo se llama Jazz Confusion pero aquí acaba el equívoco. La música de Ginger Baker no confunde ni lo pretende. Es clara y meridiana. Está hecha de certezas. Melodías diáfanas y un ritmo rotundo, hipnótico. El ritmo que imprimió a la música popular contemporánea -no se puede decir «rock»: Baker monta en cólera- con Cream y Blind Faith a finales de los años 60, el que cultivó en África en los 70, el que repartió sentado tras los timbales de los grupos más insólitos en las décadas siguientes.
El jueves, en una Nova Jazz Cava de Terrassa llena hasta los topes para ver a una leyenda, Ginger Baker defendió una vez más el mismo credo, esta vez al frente de un cuarteto de jazz y en forma de estándares y piezas propias de influjo africano. Jazz Confusion, con el saxofonista Pee Wee Ellis al cargo de la melodía, un eficaz percusionista de Ghana y un bajista inglés que era todo flema británica, es un grupo hecho a medida y tempo del Ginger Baker de hoy. Más lento y menos explosivo que el de antaño, pero igual de firme. Subió al escenario apoyándose en sus músicos y le faltó el aire al final de cada pieza. «Después de esta», dijo antes del intermedio, «voy a necesitar una pausa». Baker está tocado, pero cuando agarra las baquetas aún tiene un pulso de hierro, aún amartilla las frases con mazazos secos a los tambores, aún hiere con los estallidos de los platos, aún impone.
SU LITURGIA En Terrassa tocó el repertorio del disco con el que ha reaparecido tras más de una década de silencio, Why?, el mismo que suena en todos sus conciertos desde hace años. Y lo tocó sin buscarle vueltas ni sorpresas. Lo sorprendente, dijo el propio Baker casi sin resuello, es que aún esté sobre un escenario. Su liturgia es siempre la misma. Melodía, ronda de solos, fin. Una forma de hacer que no es rutina sino declaración de principios. Ginger Baker toca como vive, en línea recta y sin pisar el freno. Interpretaron una pieza que recordaba poderosamente al Caravan de Ellington, pero no: resultó que estaba inspirada en un episodio de su propia vida, cuando estampó su coche viajando a todo gas por las montañas en Argelia. Genio y figura.
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