Miradas sin rostro

'Big eyes' relata la singular historia de la artista Margaret Keane, autora de los famosos retratos de niños con ojos gigantes de los 50 y 60

NANDO SALVÀ

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Puede que a usted no le suene ningún pintor llamado Keane, pero seguro que alguna vez se ha cruzado con su obra. Sus retratos de niñas y niños de ojos gigantes se convirtieron hace medio siglo en el epítome de lo kitsch y desde entonces han alcanzado y mantenido fama planetaria reproducidos masivamente en pósteres, reproducciones y postales que se venden en ferias de arte de todo el mundo.

Detrás de esas pinturas se esconde una historia que resulta fascinante por dos motivos. Primero, por el modo en que Walter Keane logró hacer que todos los críticos de arte pusieran el grito en el cielo al tiempo que amasaba una fortuna y construía un imperio. Segundo, porque el tipo era un charlatán absoluto. La verdadera artista no era otra que su esposa, Margaret, a la que mantenía prácticamente encerrada en su taller pintando anónimamente una criatura ojiplática tras otra, atormentada al ver que él se llevaba todo el crédito por sus amadas criaturas. El escándalo permaneció oculto hasta que ella decidió divorciarse y, en 1970, derrotó en los juzgados al impostor.

A los 87 años, Margaret Keane sigue en activo en una época en la que los criterios imperantes en la industria del arte han cambiado por completo. Si en los años 60 el emblema del gusto refinado era Jackson Pollock, hoy quienes quieren tirarse el pisto invierten en cómics, guitarras Fender y, por supuesto, los cuadros de Margaret Keane. Entre ellos está Tim Burton, que ha convertido las tribulaciones de la artista en su última película, Big Eyes.Burton ha coleccionado el trabajo de Keane desde principios de los años 90, e incluso le encargó en su día sendos retratos de sus musas Lisa Marie y Helena Bonham Carter. Más aún, es más que probable que se sienta identificado con ella, porque en sus años como infravalorado animador de Disney también él sufrió en sus carnes lo que significa que otros se lleven todo el reconocimiento por tu trabajo, y porque seguro que también él se ha sentido alguna vez comprometido a renunciar a su conexión personal con su trabajo para complacer a quienes dictan las leyes del mercado. Después de todo, a pesar de que muchas de sus películas han triunfado comercialmente, la mayoría de sus proyectos más personales han pasado con más pena que gloria entre el público.

En todo caso, la relevancia del caso de Keane es más universal. Funciona a modo de historia alternativa del movimiento por la liberación de la mujer, y es un recordatorio de cómo, hasta hace tan solo unas décadas, el mundo del arte era un club selecto al que solo los hombres tenían acceso. Por último, echando un vistazo al jeta Walter Keane, ¿cómo no acordarse de Chabelitas y Nicolases de la vida que se han hecho famosos por los motivos equivocados?