Una aportación de peso en la incontenible oferta editorial del tricentenario
La gente de 1714
Las actas notariales y los archivos parroquiales, de conventos y gremios, esconden, entre toneladas de información rutinaria, un tesoro de datos y, lo que parece menos evidente a primera vista, una mina de historias humanas. Más de un millón de documentos, día tras día, lleva consultadas Albert García Espuche desde que empezó hace 34 años a estudiar la Barcelona de los siglos XVII y XVIII y, aún más desde que tomó el timón del proyecto del Born, del que fue apeado cuando lo que convenía era hacer sonar los tambores de la épica (un episodio, en un momento «propicio para exagerar en cualquiera de los sentidos», que despacha con un «continúen ustedes»).
Tras el monumental La ciutat del Born, el didáctico Barcelona 1700 y la serie colectiva de monografías temáticas que ha dirigido (van 10 volúmenes), ayer García Espuche presentó uno de los libros más esperados dentro de la inacabable bibliografía del tricentenario de 1714. Una ciutat assetjada. Barcelona 1713-1714 (Empúries). Un libro de 990 páginas en el que recupera cientos de pequeñas y grandes historias, muchas de ellas inéditas, sobre cómo vivieron unos 40.000 barceloneses y refugiados austracistas los 414 días de sitio que no dejaron ni una casa intacta. Y, también, los años previos en que una Barcelona dinámica fue corte real, y los posteriores en que, arrasada y vencida, los chaqueteros proclamaban (ante el notario) su fidelidad y los desheredados tenían que trabajar en la construcción de la Ciutadella.
ÉPICA CIVIL / «La épica militar me interesa menos que la épica de la resistencia de la población civil que, bombardeada, sigue haciendo las cosas como se tienen que hacer, peti qui peti», dice el historiador. Los sucesos políticos y bélicos son en el libro de García Espuche el «telón de fondo» de pequeños hechos que serían cotidianos si no fuese por el lugar y el momento. Si el exiliado Francesc de Castellví relató el día a día del conflicto en sus Narraciones históricas, García Espuche quiere que su libro sea «el Castellví de los anónimos». Aunque después de su trabajo, con multitud de personajes con nombre y apellidos rescatados de la sombra de los archivos, sea mucho menos anónimos. Algunos de ellos ya son, para García Espuche, «amigos».
Durante el sitio, además de los hechos de armas y de una resistencia ciudadana insólita, los pobres pasaron hambre, los especuladores se hicieron ricos (y aún más los vencedores), la pasión por las fiestas y el juego de azar pasó al olvido, los hombres y mujeres siguieron casándose y muriendo... En un baluarte, la compañía de la milicia gremial podía llegar a reunirse en asamblea para decidir qué 10 hombres tenían que participar en una salida... Y allí estaba el notario como fedatario. Un comportamiento que, como la manga ancha que había para que los más reticentes no se sumaran a la defensa a muerte de la ciudad, sin temor a ser llevados al paredón por desertores, «no es típicamente militar». «La sociedad asediada siguió cumpliendo sus derechos y deberes recogidos en los usos, costumbres y constituciones». Esa sociedad que defendía la res publica «era una sociedad de la fe pública», concluye el historiador.
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