«Tengo la voluntad de que el lector se lo pase bien»

'Dies de frontera', de Vicenç Pagés Jordà; el premio Sant Jordi 2014, una novela sobre padres e hijos

El escritor Vicenç Pagés Jordà

El escritor Vicenç Pagés Jordà / DANNY CAMINAL

ERNEST ALÓS / Barcelona

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'Dies de frontera' (Proa), la novela ganadora del premio Sant Jordi, habla de varios territorios fronterizos. Del extraño mundo de La Jonquera, de llegar a los 40 y de hacerlo en tiempos de precariedad, de reaccionar a esa crisis con una 'relliscada' inoportuna. Con todo, hay mucho más en el último libro de Vicenç Pagès Jordà (Figueres, 1963), que hace cinco años se consagró con 'Els jugadors de whist' y ahora regresa aún más afilado. Padres e hijos, parejas, desemparejamientos e intentos de reconstrucción, profesores y alumnos. Y sentido del humor. O aún mejor, del juego.

-Cuando recibió el premio, nos habló de La Jonquera como una especie de Tijuana. Pero leído el libro, eso no tiene un papel tan central, ¿no?

-Es el espacio peculiar de esta novela. No es el protagonista, pero lo quería reivindicar como espacio literario. Me hacía gracia que hubiese una especie de idilio en la frontera, una especie de luna de miel en un espacio, una galería comercial al aire libre, que no está pensado para que la gente se dé besos.

-Y le da pie a algunos de los momentos de humor del libro. Esos escaparates, esos elefantes rosas.

-Sí. Pero en esa zona también hay momentos grotescos, y momentos más inquietantes. Yo, el humor lo veo más repartido en todo el libro.

-El instituto de secundaria, con esas escenas estilo Sharpe.

-Del instituto también quería ofrecer una mirada diferente, porque suele enfocarse de una manera más maniquea: alumnos revoltosos y profesores bienintencionados. Pero no es así, hay alumnos que te pueden ayudar y que te pueden perjudicar, y profesores voluntariosos y otros que son unos aprovechados. Quería mostrar un microcosmos complejo.

-Otro recurso que alegra la lectura: las listas en que define a personajes como actores secundarios de Hollywood, o de 'Vacaciones en el mar', los perfiles de Facebook... 

-Es un catálogo de maneras de explicar cosas. Puedes explicar cosas con 'whatsapps', con listas de qué te gusta y qué no... Quizá es un poco extraño en una novela pero no tanto en nuestra vida cotidiana. Funcionamos así. Yo he intentado que todos estos recursos sirviesen para explicar la historia. Tengo la voluntad de que el lector se lo pase bien durante todo el rato. Y esto solo se puede conseguir a través de las variaciones. Creo que la gente de ahora necesita ir cambiando. Incluso yo como autor necesito ir cambiando de estilo.

-Estos capítulos son como juegos.

-Son juegos, sí. Yo me lo pasé bien. Pero a veces has de mutilarlos para que no sean cargantes. He intentado repartirlos. Que los 100 capítulos sean tan cortos te permite una cierta experimentación. Si fuesen gags de 10 páginas la gente dejaría de leer. Si son de una página, 'pam', y en seguida sigue la historia. Está todo muy pensado para que el lector no se canse.

–El libro es un repaso de varias etapas desde la adolescencia hasta la edad adulta. Empezando por las crisis de crecimiento que, dice, parecen fenómenos poltergeist, con gritos y objetos volando.

-Yo creo que en gran parte este es un libro sobre padres e hijos. Por eso al principio está el cuento de la Caperucita Roja: tienes a las tres generaciones con unas relaciones no muy buenas. Teresa y Pau se encuentran en ese momento en que son hijos pero aún no son padres. Pueden decidir serlo. Y cuando te conviertes en padre el peligro es que te conviertas en el tuyo. Porque cuando pasas a ser padre pasas a ser adulto, eres responsable. Ese es parte del argumento.

-Hay un momento en que el narrador se pone del lado de la hija, no de la madre. Cuando explica el malestar que le provocan dos expresiones, no me contestes y no me lo reproches.

-Pero en cambio, más adelante, en un capítulo muestro comprensión con los padres a los que les tocó ser padres durante el franquismo. De hecho, el narrador intenta entender a todo el mundo. Es un narrador un poco como un senador romano, au-dessus de la mêlée. Piadoso. Intenta entender a la madre, a la hija, a la abuela.

-A veces ves que el autor es el padre de una veinteañera, y a veces como el hijo de alguien de 70 años.

-De 80. Creo que es un momento literariamente bueno, cuando estás en el medio. Creo que ahora entiendo un poco a mi hija y que entiendo un poco a mi madre.

-El giro llega cuando el tedio de la pareja deja dos salidas: o hijos o complicarse la vida. Y se la complican.

-Pero lo importante para mí no es el desliz de Pau, la relliscada, Tengo medio libro para explicar cómo son, un conflicto, y medio libro para ver cómo reaccionan. Es una historia de dos, de forma equilibrada, porque es la historia de una pareja.

-En determinado momento plantea qué es ser del Empordà. Y qué es serlo desde la perspectiva de un barcelonés.

-Lo más sorprendente es que parezca que está lejos. Yo vivo allí, vengo a trabajar a Barcelona y vuelvo. Me cuesta entender que haya gente que tenga allí una segunda residencia. Está tan cerca que es imposible que sea tan diferente. Esta especie de mito de que somos como una reserva india..., cuando de hecho es el lugar más híbrido, más mestizo, con más rusos, magrebís y madrileños. ¿Y por qué cuesta menos una casa en un lugar magnífico de La Selva o la Garrotxa? Es un bluf... Y, dentro de este bluf, que haya un territorio tan inhóspito paisajísticamente como La Jonquera me hace gracia. Es una frontera, es un 'no lugar'. Valía la pena hablar de este fragmento no mítico.