Mau Boada: «Cuando tocaba en el tren era feliz y ganaba 80 € al día»

Mau Boada, el multinstrumentista vitalista, fotografiado en Barcelona.
El infatigable multinstrumentista Mau Boada toca con Pau Riba un jueves, lava platos en un restaurante un sábado y, en sus ratos libres, regenera el folk psicodélico catalán con Esperit!, su proyecto unipersonal. Mañana edita La lluminosa, una vuelta al mundo (del krautrock alemán al blues del desierto y del reggae al afrobeat) sin salir del Montseny.
-¿A qué le gustaba jugar de niño?
-Lo que más me divertía era observar animales: ranas, bichos... Con un colega de la clase nos escapábamos del colegio a la hora de comer y nos íbamos a un prado a buscar mantis.
-Se enamoró pronto de la naturaleza, al vivir en la falda del Montseny.
-Nací en Sant Celoni. Cuando yo era muy pequeño, mi padre, que es científico, trabajaba en la Escola de Natura de Santa Fe y hacía investigaciones por el bosque. De él se me impregnó el amor a la naturaleza.
-¿Cómo es Ca la Cari, el estudio en el que ha grabado La lluminosa?
-Es una casa en medio de la montaña, cerca del río. Antes vivía allí. Las sesiones de grabación eran: caminar un rato, apuntar cosas, respirar, grabar baterías... Pasé muchos ratos solo. Una de las primeras sesiones la hice con una lluvia bestial. Podías ver la explosión del verde, de la vida.
-¿Qué anotaba en esos paseos?
-Mensajes hacia mí mismo: muerte al ego, concentración en mi interior... Me sirven para el día a día y para la música. Porque la música es la expresión del espíritu. Hasta ahora he intentado que mi música no pase por ningún filtro racional. Que sea sentida, no pensada. Cuando he hecho algo más pensado no me ha convencido.
-¿Cómo compuso Veig la fosca?
-Un día en el mercado de Sant Celoni un amigo que me dijo que había nevado por Santa Fe y me animó a ir a tocar nieve. Dejé el coche en la Font de Passavets, subí casi hasta el Turó de l'Home y de bajada me senté bajo una haya. Llevaba la guitarra y la grabadora y con la inspiración canté lo que me pasaba por la cabeza.
-Su proyecto Esperit! funciona con total autonomía. Puede grabar y tocar en vivo casi sin apoyo externo.
-Eso lo aprendí trabajando en Mumusic Circus. Mi amigo Marçal montó un espectáculo basado en la idea de mínima gente haciendo el máximo de cosas. Él hacía acrobacias y yo, la música: con el bombo, la guitarra, un loop, la armónica... Era explotarte a ti mismo al máximo hasta ver qué podías componer en ese instante. Y Esperit! es lo mismo: ver hasta dónde puedo llegar tocando yo solo.
-Y al conducir su furgoneta también se puede mover con total libertad.
-De hecho, lo del circo nació un día que me junté con Marçal para tocar. Él no tenía trabajo y yo era reponedor en un Condis. Dijo: «Mañana vamos a tocar a las Ramblas». Fuimos, pero la poli nos echó. Y dijimos: «Pues mañana tocamos en el tren».
-¿Cuándo hicieron todo esto?
-En el 2005. Íbamos pillando trenes: a Mataró, al aeropuerto, a Tarragona... Él tocaba el violín y yo la guitarra. Allí ya aprendí a tocar varios instrumentos a la vez. Volvíamos a las siete de la tarde a Sant Celoni con los bolsillos llenos de monedas y felices. ¡Nos sacábamos 80 euros cada uno!
-¿Y cómo lleva ahora tocar en salas normales y ajustarse a una agenda?
-Bien. También me gusta la organización. Pero echo un poco de menos tocar en el tren. Hacías muchísimos amigos. Cualquier día vuelvo porque siempre hace falta trabajo.
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