ESTRENO EN EL LLIURE DE UN CLÁSICO ATEMPORAL
Un Chéjov vitalista
Saltan a escena y se preguntan: «¿Qué demonios hemos venido a hacer en esta vida aparte de beber vodka y jugar a cartas?». Son los personajes de Tío Vania, de Anton Chéjov, zarandeados por Les Antonietes, una compañía y productora que se ha especializado con éxito en pasar por la batidora a los clásicos y que presenta la obra Vània.
Lo hicieron con Stockmann (Henrik Ibsen) y Molt soroll per res (Shakespeare), entre otros, y ahora viajan a la ruinosa finca campestre donde el maestro ruso encerró a Vania, su sobrina Sonia, el doctor Astrov, el profesor Serebriakov y su mujer, Elena. Un puñado de personajes que, atrapados en su propia desidia, cargan con sus frustraciones hasta que un buen día explotan y las vomitan. Bajo la dirección de Oriol Tarrasón, los interpretan Pep Ambròs, Annabel Castan, Bernat Quintana, Arnau Puig y Mireia Illamola. El montaje, con vestuario y ambientación actual, se representa en el Teatre Lliure (Espai Lliure) de Montjuïc, dentro del ciclo Aixopluc, del 8 al 26 de enero.
En la relectura del clásico, la compañía le buscó el lado más vitalista e irónico a un texto que habitualmente se pinta muy negro y pesimista en los escenarios y también, recuerda el director, en películas como Vania en la calle 42. Ellos dicen las mismas palabras con distinto color. «Chéjov tenía una forma de expresarse muy irónica, pero se suele explicar de una manera gris. Nosotros quisimos destacar ese punto irónico para extraerle todo su humor», subraya Puig.
Para Tarrasón, la obra es «una advertencia del autor para que no caigamos en el mismo pozo que sus personajes». La vida es muy corta y hay que aprovecharla, no conformarse como ellos. «Sirve de espejo para que veamos lo que no se debe hacer: hasta dónde nos puede arrastrar el aburrimiento, el hastío, la inapetencia. Nos muestra lo lamentables y desastrosas que pueden ser nuestras vidas si hacemos como ellos», argumenta el director. ¿Hacia dónde vamos? ¿Estamos avanzando correctamente? Son interrogantes que, según la compañía, asoman en una pieza que plantea al público una reflexión sobre la vida y «el peligro de ser cínicos sobre nosotros mismos».
Ambròs recrea al desengañado tío Vania. Un resignado perdedor que carga con un error del pasado: entregar su existencia a su admirado profesor Serebriakov. El regreso de este, con su joven y bella esposa Elena, a la finca que administra Vania, desatará la tormenta.
Rutina y desamor
También los amores frustrados figuran en el catálogo de sentimientos que nos presenta Chéjov. Castan encarna a una Sonia que «vive feliz en su pequeño mundo porque no se plantea la introspección». Pero cuando los sentimientos por el doctor Astrov afloran, esa felicidad se trunca, aunque ella intenta salir adelante. «Es el personaje más esperanzador», considera la actriz.
Vania, por su parte, está enamorado de una Elena comprometida en cuidar de su marido paralítico, el citado Serebriakov. «Ha asumido que su vida es cuidarlo», subraya Illamola. Quintana destaca de su personaje, el doctor Astrov, su carácter reflexivo. «Aunque también se ha visto arrastrado por la rutina, le queda la gran pasión que siente por la naturaleza y las mujeres», agrega. En resumen, unos personajes a los que, según el director, «acabas queriendo abrazar y decir: 'Todo irá bien».
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