'LES CRÒNIQUES DEL DÉU COIX', EL NUEVO LIBRO DEL ESCRITOR NORCATALÁN

El último de los dioses

Nueva novela 8 El escritor Joan-Lluís Lluís, en Barcelona.

Nueva novela 8 El escritor Joan-Lluís Lluís, en Barcelona.

ERNEST ALÓS
BARCELONA

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El novelista norcatalán Joan-Lluís Lluís (Perpinyà, 1963) ha imaginado en su última novela, Les cròniques del déu coix (Proa), una causa muy concreta para la muerte de los dioses paganos. Abolidos los sacrificios por el triunfo del cristianismo, las divinidades, famélicas, privadas del humo que asciende de las aras, se extinguen, exangües. Pero, al menos, uno de ellos sobrevive. Hefesto, para los romanos Vulcano, el dios de la forja y los volcanes, feo, sucio y cojo (desde que su madre Hera lo arrojó al Egeo y se pegó un olímpico batacazo con la isla de Lemnos), sobrevive al calor de sus fraguas subterráneas.

Joan-Lluís Lluís explica su elección: «No quería que fuese un dios demasiado principal; son demasiado majestuosos y perfectos. Apolo, uf, ¿qué hago con Apolo? Pero Hefesto es feo, es cojo, trabaja y se pasa la vida bajo tierra. Y eso le daba un toque de humanidad curioso».

Hacerle despertar en el siglo VII, cuando el cristianismo ya se ha impuesto, le permite a Lluís ponerlo de entrada en un mundo en el que no entiende nada (y ese juego es uno de los que permite al autor ir dosificando a lo largo del libro golpes de humor, o mejor, dice, «autoironía y distanciamiento»). Hefesto sobrevive a duras penas, se aísla en la Sicilia rural, a los pies de su Etna, y ve pasar los siglos, hasta acabar convertido en un señor rural, un capo de la Cosa Nostra primigenia, en combate, una vez más, con el mundo moderno. «Quería que viviese sin tener mucho que ver con los humanos, que ignorase su propio legado, incluyendo el renacimiento de la cultura clásica. Quería evitar hacer una serie de episodios, Hefesto y los vikingos, Hefesto y los árabes, Hefesto y los catalanes...» Dios de los inventos, ve asombrado cómo los hombres lo han superado de largo, pero vaticina que la tecnología superará también a aquel dios de los cristianos.

Hefesto, por no entender, no tiene ni idea de qué es el pecado, eso que angustia tanto a estos cristianos. «Aunque nos digan que todo viene de Grecia, estamos hablando de mundos muy distintos. No tenían noción de pecado, de lo que se trataba era de no ofender a los dioses, para protegerse de ellos, y nosotros, aunque nos hayamos descristianizado más o menos, la seguimos teniendo muy integrada», opina el novelista, que se declara ateo, sostiene que no hay ninguna razón «para pensar que el monoteísmo es intrínsecamente superior al politeísmo» y considera que, aunque el valor que dio el cristianismo a la vida humana fue un gran avance para la humanidad, «las religiones politeístas son más tolerantes».

En este combate entre los dioses viejos y nuevos (sí, combate: no en vano, cree Joan-Lluís Lluís, hay tantos contactos entre las divinidades clásicas y el universo contemporáneo de los superhéroes), el hambriento Hefesto, dibujado en el libro por Perico Pastor, es un personaje digno de conmiseración, pero se comporta al mismo tiempo como un desalmado. «Los dioses eran totalmente indiferentes a las personas humanas, por eso hago que Hefesto tenga tantos problemas de comprensión, porque no le interesan nada, las menosprecia totalmente; y en cambio el dios de los cristianos se apasionaba por todo lo que hacían las personas, además de dar una promesa para el más allá, que es la gran idea del cristianismo. El paraíso, eso sí es un instrumento de propaganda...»

Perpinyà y la independencia

Joan-Lluís Lluís, que mano a mano con Joan Daniel Beszonoff mantiene una producción literaria normalizada en medio del erial lingüístico de la Catalunya francesa, está convencido de que en el 2014 habrá un tipo u otro de consulta, y se califica de «obrero, que no soldado, al servicio de la construcción de la independencia de Catalunya». ¿Y cómo se ve el proceso por allí arriba? «Personalmente, yo pediría la nacionalidad catalana. Y creo que los beneficios serían enormes para la Catalunya Nord. Desde el punto de vista lingüístico, sería la única cosa que podría salvar la lengua. Y sería un terremoto que haría que todos se replanteasen su identidad; ¿somos catalanes, somos franceses, qué quiere decir ser catalán, qué pasa si esta bandera que llevo al rugbi ondea en la ONU?»