UN ETERNO CANDIDATO AL PREMIO NOBEL

Kadaré: «Una dictadura es como un agujero negro»

El autor albanés presenta en Barcelona la novela 'Réquiem por Linda B.'

El escritor albanés Ismaíl Kadaré, ayer, en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.

El escritor albanés Ismaíl Kadaré, ayer, en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Nada más alejado del humor y su corolario, la alegría, que el aspecto del escritor albanés Ismaíl Kadaré, que más parece un oscuro funcionario de algún agobiante cuento de Kafka. Kadaré (Gjirokastra, 1936), premio Príncipe de Asturias, resignado a figurar año tras año en las quinielas del Nobel, ha pasado por Barcelona camino de Bilbao, donde el Festival de la Risa, dedicado esta edición al explosivo tema del humor ante la barbarie, le dará su galardón este fin de semana. También lo hace con una nueva novela,Réquiem por Linda B. (Alianza), que, de nuevo, relata una realidad asfixiante cargada de mentiras, secretos y medias verdades en la que no es difícil reconocer el clima enrarecido del régimen en el que el dictador comunista Enver Hoxha y sus seguidores mantuvieron aislado al pequeño y recóndito país, más allá de losrazonableslímites de la caída del Muro. «En una dictadura la vida está compuesta de capas. Hay realidades dobles o incluso triples. Por un lado está lo que se dice, por otro -y esto es aun más importante- lo que no se dice y se sobreentiende. El objetivo, tal y como lo formuló el emperador romano Calígula, es sembrar el terror y amedrentar a la gente, controlarla a base de miedo», explica el autor.

A Kadaré le tocó vivir esa realidad de una forma muy conflictiva y en algunos aspectos paradójica. Era respetado por Hoxha -un hombre con veleidades literarias que escribía poemas-, aunque eso no impedía que sus obras, reconocidas internacionalmente y alejadas del apolillado realismo socialista, fueran un ataque a los totalitarismos no muy escondido bajo la alegoría y el símbolo. «Suelo decir que he hecho una literatura normal en un país anormal», resume. Puestos a definir, Hoxha fue para Kadaré un actor con un papel que cumplir: «Él había estudiado en Francia y le gustaba cultivar una imagen de persona liberal, eso creaba ilusiones en distintos sectores de la sociedad, y muy especialmente entre los intelectuales».

Más aparentes paradojas. Después de soportar casi cinco décadas de dictadura, Kadaré solo se decidió a marchar de su país -ahora vive gran parte del año en Francia- en 1990, a la caída del comunismo. «La mitad de los intelectuales albaneses no se exilió durante la dictadura porque temía las represalias a los familiares. Una dictadura es como un gran agujero negro y no se puede salir fácilmente de él. Yo me fui en un momento en el que Albania estaba adoptando un juego muy peligroso, tomando un curso conservador y ocultándolo». Y para evitar los malentendidos, que en algún momento le han perseguido, recuerda que la correspondencia que cruzó al respecto con el sucesor de Hoxha, Ramiz Alia, está publicada y puede consultarse públicamente.

Es consciente de que la historia de su país le ha marcado a fuego no solo por lo que respecta a los temas. «Si hubiera vivido en un país libre, quizá mis novelas serían distintas», conviene después de darle algunas vueltas al asunto. Sabe que solo en su vida y en su trabajo está la respuesta de si la dictadura ha hecho de él un escritor mejor. «Creo que mi vida y mi trabajo literario contienen la respuesta. He escrito durante 30 años bajo la tiranía comunista y 22 en plena libertad. Hay críticos que aseguran que mis mejores libros se escribieron bajo la dictadura con lo que convienen que quizá hay que colocar a los escritores en la cárcel para que escriban mejor. Pero, hablando en serio, yo no percibo diferencias entre unos y otros, creo que tienen el mismo nivel. Tengo la impresión de haber superado la prueba».

Pero no parece haber mayor prueba para un escritor que la que Academia sueca dicta cada mes de octubre. ¿Si me dieran el Nobel la próxima semana? «Bueno, estoy acostumbrado a no ganarlo».