Semana de la literatura policiaca en Barcelona
Andreu Martín aliña el Premio Carvalho con su socarronería
Confesó ayer Andreu Martín en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona su satisfacción por estar al final de la cola de un club de premiados que cuenta entre otros con Henning Mankell, Ian Rankin, P. D. James y su gran amigo Francisco González Ledesma, que ayer, nota triste, no pudo acompañarle en el acto de concesión del sexto Premio Pepe Carvalho.
También vio cumplido un viejo deseo y es que el librero y comisario de BCNegra, Paco Camarasa, le hiciera una de sus cumplidas glosas. La de ayer tuvo una calidez y cercanía especiales, sin que por eso dejara de describir los trazos fundamentales del retrato de Martín, guionista de cómic, autor teatral, director y guionista de cine además de dignificador de la novela negra cuando nadie daba un duro por ella. De cómo es capaz de describir las situaciones más crueles con pasmosa tranquilidad. De su fidelidad a la hora de adaptar los cánones del género. De ser uno de los pocos que cruzan la barrera de la traducción del catalán al castellano sin perder lectores por el camino. Y de no creerse el mandato bíblico de «parirás con dolor» y disfrutar con su prolífica escritura.
Se olvidó Camarasa de destacar el humor entre tierno y socarrón que este hombre maestro del hard-boiled (literalmente, duro y en ebullición) desplegó en su discurso de aceptación. Básicamente una retahíla muy bien cosida de agradecimientos, nacida del célebre eslogan: «¿Qué se dice, nene? Gracias». No olvidó a nadie. Empezando por la que fue para él la santísima trinidad. El trío que le animó a seguir escribiendo cuando su primera novela Aprende y calla no ganó aquel concurso al que se había presentado. Manuel Vázquez Montalbán, Perich y Juan Marsé, que por entonces trabajaban en la revista Por favor, le cogieron por banda y le dieron el espaldarazo profesional. «Marsé me dio algunos consejos de cómo retocarla. Yo entonces me dije: 'Qué coño sabrá Marsé de cómo tengo que escribir mis novelas'. Pero he de decir que cuando al final pude publicarla le hice unos retoques que sorprendentemente coincidieron con los que me había señalado Marsé».
Y siguieron los agradecimientos, a los diversos colaboradores con quien ha escrito novelas a cuatro manos. A su madre, que enseñaba los escritos del Tete a la panadera y a la pescatera. Y a su padre que finalmente aceptó que se hiciera periodista: «Porque entran gratis en el fútbol». «¿Qué se dice? Gracias».
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