AVENTURAS

'Bruc. La llegenda': El rebelde y el paisaje

QUIM CASAS

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Bruc. La llegenda no responde al canon de un cierto cine patriótico e histórico catalán. La historia del timbaler del Bruc, tantas veces asociada a la gesta, a los cuentos y a las leyendas, se convierte de la mano del realizador Daniel Benmayor en una suerte de película de aventuras en los que los villanos, como en los viejos pero a la vez modernos wésterns de Budd Boeticher, son más atractivos, aunque estén construidos como figuras maniqueas, que el héroe y su prometida.

Los villanos son un oficial francés y sus extraños secuaces, obsesionados en dar caza al protagonista por las montañas, siempre tan cinematográficas de Montserrat. Ese es un activo del filme, su escenario agreste, tan fantasioso como lo de algunos poblados fantasmas del mejor cine del Oeste. Porque Bruc. La llegenda tiene también mucho de wéstern, como si el protagonista fuera un rebelde apache escondiéndose de los soldados que le persiguen.

Las montañas de Montserrat donde Carlos Serano de Osma ambientó su delirante versión de Parsifal son aquí un escenario salvaje, agreste y protector a partes iguales. El realizador juega con ello y con elementos estéticos que parten de una película francesa de notable éxito, El pacto de los lobos: la mecánica de la acción y la indumentaria de cuero de los que persiguen al protagonista guardan mucha relación con aquel exploit europeo. De hecho, el filme de Benmayor es una ficción en toda regla por mucho que evoque uno de los episodios heroicos más conocidos de la historia catalana. Ese es su rasgo diferencial en cuanto a otras propuestas de este tipo que el cine catalán legó en un pasado cercano.