VISITA DEL FENÓMENO POP DEL AÑO

Lady Gaga, culto 'freaky' en BCN

Lady Gaga, durante la extravagante actuación que ofreció anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

Lady Gaga, durante la extravagante actuación que ofreció anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Lady Gaga sorprende más con sus modelitos y escenografías que con su música, y anoche esta idea adquirió una categoría lapidaria viendo su show riquísimo en golpes de efecto disparatados, extravagancias textiles y atropellos al patrón estético ordinario. La cantante neoyorquina, aunque sería más ajustado llamarla entertainer, brindó un espectáculo que fue diseñado para enamorar, excitar o deslumbrar (las metas que, por lo general, persiguen sus colegas del gremio) sino para celebrar la rareza y la diferencia, y aplastar la noción universal del buen gusto.

Lady Gaga vistió hombreras gigantes, tocados galácticos y trajes que parecían envoltorios de caramelos de eucalipto, mientras su propuesta musical era un electro-pop ingenioso, con estribillos hábiles, pero sin apenas signos rotundos de identidad. Las canciones que sonaron, empezando por la que abrió el show, Dance in the dark, habrían encajado en el repertorio de cualquier disco-diva de batalla. Las hizo diferentes el envoltorio y la intención.

Fue un no parar de gags retorcidos. Un escenario con neones con mensajes como «Sexy ugly» (sexi feo), un automóvil cuyo capó escondía un piano y un cuerpo de baile que alternaba el look zombie con el de boys de despedida de soltera. En el primer bloque del show marcaron territorio Just dance y Lovegame, esta precedida por un vídeo caras ensangrentadas.

Cuando se dirigió al público, Lady Gaga alternó los ritos de cortesía («Barcelona, os quiero», en castellano) con algunas consignas (alusiones cariñosas a sus fans, los «pequeños monstruos», y el mensaje de que, en el fondo, «los freaks están ahí fuera»). Soltó un discurso sobre la necesidad de vencer las inseguridades y ser tú mismo. «Soy valiente para vosotros. ¡Quiero liberaros!»

Tras Boys, boys, boys y Money honey, la estrella se desplazó al escenario alternativo portando un cojín rosa con forma de corazón, recogió una bandera gay, se quitó su abrigo y cantó Telephone con un biquini negro de látex. Pese a su sonido de electro-pop, la apoyaron unos músicos de aspecto heavy que soltaban algún guitarrazo digno de Queen primera época. Sobre todo en Speechless, traicionero momento Elton John coronado con rock épico, que vino fatalmente seguida de You and I, una de las dos canciones nuevas de la noche (junto con Glitter and grease). Le recomendamos muy vivamente que reconsidere su inclusión en el próximo disco.

FRENTE AL MONSTRUO / So happy I could die trajo una secuencia celestial, con Lady Gaga ataviada como una hada. Pues sí, la tensión se rebajó en este fragmento central del show, que volvió a remontar con Monster y Teeth (el escenario, convertido en un bosque mágico, y la artista, ensangrentada), y en la recta final, con Pokerface y Paparazzi. Aquí, Lady Gaga, con un top que disparaba chispazos eléctricos, disertó sobre la fama ante un monstruo con patas de pulpo y boca de piraña gigante. Momento de delirio máximo tras el que solo quedó el bis de Bad romance.

Fue el clímax de un show disfrutable pese a su irregularidad, en el que Lady Gaga nos vendió un relato de celebración freaky; un cuento tipo El patito feo 2.0, donde la marginada acaba actuando en el baile de fin de curso. Dulce venganza.