ROCK

Arcade Fire asalta el Sant Jordi con la épica cotidiana de 'The suburbs'

Foto de promoción del grupo Arcade Fire, con el líder, Win Bulter, en primer plano.

Foto de promoción del grupo Arcade Fire, con el líder, Win Bulter, en primer plano.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Los fans catalanes de Arcade Fire ya saben que ver al grupo canadiense en un club o una sala media es una fantasía de difícil realización. Si ni siquiera fue posible en sus primeras giras internacionales, cuando recalaron en Barcelona por la vía de los festivales, menos lo es ahora, cuando su popularidad ha traspasado los límites del rock alternativo y comienza a captar al gran público. Su asalto, el domingo, al Palau Sant Jordi marca un hito para un grupo cuya propuesta, apasionada y con gestos de épica, casa con los grandes recintos.

El ascenso de Arcade Fire a la primera división constituye un caso inédito en el contexto del rock independiente. Si bien su crecimiento recuerda al de Coldplay, la evolución de la banda de Chris Martin fue más paulatina, ya que en Barcelona subió, uno a uno, todos los escalones escénicos, desde Bikini al Estadi Olímpic, mientras que Arcade Fire se expuso a un público amplio ya desde su primera visita, en el festival Primavera Sound del 2005, seguida por el Summercase del 2007.

El éxito de Arcade Fire, formación creada en Montreal en el 2003, se fundamenta en un modelo de rock teatral y comprometido que cubre varios registros. Propone un art-rock a la vez intelectual y emotivo, una ecuación que no abunda. Su música es cultivada y maneja un paquete de valores humanistas edificantes destinados a contraprogramar las supuestas asperezas del paisaje urbano moderno. De eso va especialmente su tercer disco, The suburbs, con su evocación de la inocencia perdida en el contexto desolado de las ciudades. Arcade Fire se atribuye el papel de consolar y edificar al oyente. Esa gestión de las emociones y los principios elevados explica, por ejemplo, su conexión con un nombre tan distanciado del imaginario cool alternativo como Bruce Springsteen. Los canadienses coinciden con él en su voluntad de sintonizar con sensibilidades a gran escala y de atribuir propiedades heroicas a la cotidianidad.

¿OTROS NUEVOS U2? /En términos musicales, Arcade Fire no innova sino que recrea, en clave intensa, hallazgos de artistas precedentes: la lírica y los violines de The Waterboys, la gravedad emotiva de cierta obra de Bowie, la exaltación de Talkings Heads... Y la ambición aplastante de U2, como apuntan las voces más críticas que censuran el sentido épico del grupo, expresada en la tendencia a hinchar las canciones con un sonido lleno de capas instrumentales y llevado al límite. Pero ese gigantismo parece ir asociado a los modernos grupos de éxito: también se le reprocha a otras dos nuevas stadium bands, Coldplay y Muse.

Una singularidad de Arcade Fire es que no juega la carta de un liderazgo carismático, sino que aparece como una especie de comuna feliz organizada a partir de un tándem familiar, el de Win Butler, su esposa Régine Chassagne y su hermano William Butler. Las canciones son firmadas por todos su miembros, siete en total (más un operario extra para las giras). Y son extrañamente atrevidos en materia de teloneros: en esta gira cuentan con sus paisanos de Fucked Up, una banda de hardcore políticamente comprometida que presagia un calentamiento de lo más crispado para la sesión del Palau Sant Jordi. Avisados están.