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El museo secreto de Montserrat
El monasterio muestra en un subterráneo piezas que el monje Bonaventura Ubach recolectó durante 45 años para ilustrar la Biblia
TEXTO: ERNEST ALÓS
FOTOS: JOSEP GARCIA
El Museu de Montserrat, con una colección de pintura impresionista francesa y del modernismo catalán que justifica por sí sola la visita a la montaña, es un tesoro desconocido para demasiados catalanes. Pero este museo sorprendente esconde desde hace unas semanas otro secreto más en su interior: el espacioViatge a l'Orient Bíblic,que reconstruye bajo el subsuelo de la basílica el proyecto del monje Bonaventura Ubach (1879-1960) de ilustrar las Escrituras, al mismo tiempo que las comentaba y traducía al catalán, con sus fotografías y con los objetos arqueológicos que recolectó durante 45 años de viajes y estancias en Oriente Próximo. Estas salas anexas al museo, pensadas para ser recorridas por escolares y visitantes curiosos, solo pueden ser visitadas mediante cita previa (en la web www.montserratvisita.cat).
La parte más destacada de las adquisiciones del padre Ubach integran las notables colecciones mesopotámicas y egipcias del museo, con un enfoque arqueológico más moderno pero que no es el que concibió el escriturista catalán para complementar el proyecto monumental de laBíblia de Montserrat.Uno de sus discípulos, el padre Pius Tragan, ha reconstruido, con las piezas que hasta ahora no estaban expuestas, el concepto original de la colección, pero adaptado a las últimas tendencias en la exégesis bíblica.
COLECCIONISTA OMNÍVORO // La visita está organizada como un viaje –«un camino que empieza en Ur de los caldeos, patria de Abraham, baja al país de Egipto y finalmente llega a la Tierra Prometida»– con un mensaje conciliador
–«diferentes culturas y una misma civilización»– y una intención sobre todo didáctica de la evolución de la región y sus interrelaciones culturales: así, por ejemplo, una reproducción facsímil del Código de Hammurabi permite ver cómo la concepción de la ley como un don divino era un patrimonio cultural compartido; los templos mesopotámicos permiten hablar del de Jerusalén; las piezas egipcias y helénicas, del concepto de la vida eterna.
Durante sus viajes (el año pasado se editó el diario de su viaje a Irak de 1922 y 1923 y en noviembre el novelista Martí Gironell lo convertirá en protagonista de su nueva novela), Ubach se hacía, explica el padre Tragan, «con cualquier cosa que tuviese alguna cosa que ver con la Biblia, fuese una piedra o un animal». En una de las salas se reúnen animales disecados que aparecen en parábolas o imágenes bíblicas: el chacal, la serpiente, los escorpiones, lagartijas y todos los bichos de las siete plagas de Egipto. «Tenía la idea de que el Oriente que llegó a conocer era aún similar al bíblico», aclara Tragan. Así, era capaz de comprar sobre la marcha todos los intrumentos de unos músicos callejeros, que ahora acompañan a la maqueta del templo de Jerusalén. Las momias están fuera, en las salas del museo, pero en este nuevo espacio hay muchas pequeñas joyas. «Las expediciones de las grandes naciones ya habían llevado las grandes piezas arqueológicas, pero aún así su habilidad permitió al padre Ubach hacer adquisiciones quedéu n'hi do», dice Tragan.
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