Análisis

Óscar y el periodismo

Óscar Sánchez se abraza a su primo, anoche, después de salir de la cárcel de Nápoles.

Óscar Sánchez se abraza a su primo, anoche, después de salir de la cárcel de Nápoles.

LUIS MAURI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un viejo principio del periodismo anglosajón establece que las buenas noticias no son noticia:Good news, no news.Hay quien quiere ver en este aserto una dosis inadmisible de cinismo. No es así. El clásico axioma periodístico solo certifica que los abusos, las catástrofes, las guerras y en general los conflictos que suscita la convivencia humana despiertan un interés social infinitamente mayor que los asuntos que funcionan de manera correcta, sin sobresaltos, con la rutinaria normalidad que se espera de ellos. Pero esto no niega que las buenas noticias sean noticia. Hoy, EL PERIÓDICO lleva en primera plana una muy buena y grande y emocionante y extraordinaria noticia:¡Óscar Sánchez,el catalán condenado a 14 años por un error judicial en Italia, está libre!

Óscar es un trabajador humilde, hasta no hace tanto felizmente anónimo, sin recursos ni influencias, y dotado de una enorme ingenuidad. Un día de julio del 2010, la Guardia Civil llegó al túnel de lavado donde trabajaba y se lo llevó esposado. Al entrar en el furgón, una pesadilla ininteligible, absurda, castrante, lo engulló. Incapaz de entender el delirio que le arrastraba como un muñeco sin voluntad, menos aún de resistirse a él,Óscarfue encerrado en un calabozo; trasladado a la Audiencia Nacional; entregado a la justicia italiana; juzgado en Nápoles junto con medio centenar de mafiosos en un macroproceso incomprensible para él (incomprensible el idioma, incomprensibles los procedimientos jurídicos, incomprensible todo); condenado a 14 años como coordinador de una operación internacional de tráfico de drogas por encargo de la Camorra, y finalmente enterrado en una prisión extranjera.

Tres periodistas

Algún tiempo después, la historia deÓscarllegó a la redacción de este diario. Tres periodistas (el curtidoAntonio Baquero, el científicoMichele Catanzaroy la estudiante en prácticasAngela Biesot,quien reportó la primera información del caso) se entregaron sin reservas a una investigación que no tardó en brindar frutos: los reporteros hallaron indicios verosímiles de queÓscarera víctima de una suplantación de identidad por parte de un narcotraficante. Tras la publicación de las averiguaciones de EL PERIÓDICO, la policía y la fiscalía españolas iniciaron su propia investigación y, a comienzos del verano pasado, concluyeron queÓscarno era el criminal que los jueces italianos creían haber condenado.

Pero el lavacoches no solo era víctima de una suplantación de identidad, sino de algo hasta cierto punto peor: el escaso o nulo celo profesional de la policía y la justicia italianas. El calvario deÓscarentre rejas cubre a ambas de vergüenza. Cuestiona las garantías de la euroorden de entrega mutua e inmediata de personas reclamadas por la justicia de cualquier país europeo. Y también deja al desnudo la nula escrupulosidad de la justicia española (que no verificó las coartadas del vecino de Montgat) en la entrega de ciudadanos españoles reclamados por otros países comunitarios.

La justicia no es infalible. Como cualquier otra actividad humana, está sujeta al riesgo de errar aun de buena fe. Nadie discute esto. Pero sí es inadmisible que la errónea condena del lavacoches no haya sido revocada hasta nueve meses después de que la policía y la diplomacia españolas informaran a Italia de que habían hallado pruebas fehacientes de la inocencia deÓscary, por tanto, de que su castigo era una fatal equivocación.

626 días de angustia

Óscarestá por fin en la calle. Es de nuevo un hombre libre, condición que nunca le debería haber sido arrebatada. Resulta difícil formarse una idea exacta del dolor, la impotencia, la angustia, la desesperación que habrá llegado a sentir este hombre en los 626 días que ha permanecido desposeído de libertad, maltratado, vejado, empujado incluso a asomarse al vacío del suicidio.

El fin de la pesadilla deÓscares uno de esos preciados episodios en los que el periodismo cobra su más auténtica y digna función social. Aquello que debía haber hecho pero no hizo la justicia, lo ha hecho la prensa: indagar en los hechos, contrastarlos, no conformarse con las apariencias ni las versiones oficiales, buscar la verdad. Ayer fue un gran día paraÓscar,para la justicia (la justicia como virtud social, no la Administración de justicia, que ha sido, una vez más, torpe, lenta e insensible), para los derechos de las personas y para el periodismo.

Doble crisis

Este drama ilumina los días de confusión y ceguera que atraviesa la profesión periodística. El oficio -y el negocio- de informar están sacudidos de raíz por dos crisis profundas y simultáneas: el colapso de la economía y la revolución digital. La resolución del caso del lavacoches muestra de manera insoslayable la vía de salida de este confuso laberinto económico-tecnológico. Hay que redoblar la apuesta por el auténtico periodismo, independiente, veraz, riguroso, honesto, audaz, inconformista y comprometido con la verdad y con la sociedad a la cual sirve. Y también reflexivo, reposado y tenaz, es decir, costoso, pese a la velocidad que imprime la tecnología y la escasez que impone la crisis. Sin este periodismo, no hay sociedades libres.