El festival de cine fantástico de Catalunya

La sección competitiva de Sitges se pone muy seria

'Berberian sound studio' , acogida con tibieza pese a su poder sugestivo

El director británico Peter Stickland, autor de 'Berberian sound studio', ayer en Sitges.

El director británico Peter Stickland, autor de 'Berberian sound studio', ayer en Sitges.

J. M. F.
SITGES

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Jornada de angustia existencial en la sección oficial del festival de Sitges. La primera en la frente: Chained, nueva película de Jennifer Lynch, hija de David, descenso a los infiernos de un encierro forzado. Lo que cuenta Lynch cobra humor involuntario por culpa de un cultivo evidente, grueso de lo escabroso.

La exploración de la falta de alma se prorrogó en Cosmópolis, pero el filme de Cronenberg a partir del novelón de DeLillo es asunto serio. Puede costar un poco entrar en la propuesta --es discursiva, filosófica, fragmentaria, densa--, pero vale la pena intentarlo. Las recompensas son infinitas: su visión moral, aunque oscura, ilumina. Y Cosmópolis no es tampoco una obra de teatro en una limusina, sino una lección de composición de planos y de dónde acabar una escena y empezar otra. Extraordinaria.

La austriaca The wall, de Julian PölslerThe wall,, también parte de una fuente literaria, pero en este caso, lo literario pesa de mala manera. Este relato de soledad y pérdida en un remoto paraje montañoso resultaría mejor de no contar con una voz en off que añade floritura redundante a lo visto.

Capacidad sugestiva

Berberian sound studio, del británico Peter Strickland, llegaba a Sitges precedida por el fervor crítico y su exitoso paso por festivales. Todo era justificado: este relato de la sonorización de un giallo desdoblado en relato de un colapso mental --el del ingeniero de sonido, grande Toby Jones, perdido en Italia-- desborda capacidad sugestiva. Sin embargo, en el Auditori encontró una reacción tibia, quizá por resultar experimento antes que divertimento.

Ayer se proyectó también a concurso Juego de niños (Come out and play), remake caligráfico del ¿Quién quiere matar a un niño? de Narciso Ibáñez Serrador. Su director se ha puesto el alias de Makinov, pero quizá debería pensar en una alternativa, digamos, más humilde.