La encrucijada del socialismo

El PSC implosiona por la consulta

El primer secretario del PSC, Pere Navarro, permanece de pie ante su escaño al término del pleno extraordinario. A la izquierda, de espaldas, el portavoz Maurici Lucena.

El primer secretario del PSC, Pere Navarro, permanece de pie ante su escaño al término del pleno extraordinario. A la izquierda, de espaldas, el portavoz Maurici Lucena.

JOSE RICO
BARCELONA

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La profunda herida provocada por el derecho a decidir de Catalunya y el férreo anclaje de Pere Navarro al plan federalista del PSOE ha hecho saltar por los aires la achacosa convivencia entre las dos almas que cimentaron la unidad socialista en 1978. El partido, convertido en una olla a presión desde que el líder dio orden de contramarcha en la defensa de la consulta, estalló con una rebelión de su sector más catalanista que deja el siguiente balance provisional: tres diputados camino de la expulsión, un cuarto dimitido, dos jóvenes dirigentes fuera de la ejecutiva y un reguero de bajas que dejan el partido hecho pedazos en el territorio.

El seísmo desatado por la anunciada indisciplina de Joan Ignasi Elena, Marina Geli y Núria Ventura puso en marcha la ofensiva de la cúpula contra sus tres diputados díscolos. El portavoz del grupo, Maurici Lucena, les citó en su despacho minutos después de la votación para reclamarles sus escaños por desobedecer el mandato del máximo órgano socialista, el consejo nacional. Elena no acudió, pero ambos contactaron por teléfono. Los tres habían avanzado en rueda de prensa que no pensaban entregar sus actas porque consideran que su gesto de rebeldía «no rompía la unidad», sino que expresaba el «pluralismo» del PSC.

No obstante, los díscolos dejaron entreabierta la puerta de salida en función de la voluntad que muestre Navarro de resolver el conflicto sin represalias. Quieren saber primero si es real el propósito del primer secretario de iniciar el proceso de expulsión. «Esperamos que entreguen el acta antes del domingo», aseguraban ayer fuentes cercanas a Navarro. Si se atrincheran, el líder se plantea remitir el caso a la comisión de garantías para que no sea formalmente la dirección la que tenga la última palabra sobre sus diputados.

La papeleta de Navarro es complicada porque si ejecuta la expulsión del grupo, Geli, Elena y Ventura pasarían a ser diputados no adscritos y se sacudiría buena parte de las intestinas tensiones que están minando el partido, pero a costa de convertir al PSC en la cuarta fuerza en escaños, con 17, por detrás del PPC. Una factura que muchas voces significativas del núcleo duro, como el portavoz del partido, Jaume Collboni, y la alcaldesa de Santa Coloma, Núria Parlon, están reclamando que no se pague para no empeorar las expectativas de la organización cuando en el horizonte de un año hay unas elecciones municipales clave.

REFLEXIÓN EN EL DIVÁN / A esa presión a Navarro desde su propio entorno se aferran las corrientes críticas con la esperanza de atemperar las pulsiones rupturistas. Avancem y Agrupament Socialista llevan tiempo en el diván sopesando si su proyecto tiene futuro dentro del PSC, dados los continuos desaires de Navarro, o deben romper el carnet y comenzar a construir una alternativa. El discreto impacto de la Nova Esquerra Catalana de Ernest Maragall enfrió la segunda vía, aunque el manifiesto de apoyo a los díscolos que se hizo público tras la votación apuesta por estudiarla «a medio plazo». Y en el mismo sentido se pronunció una voz autorizada de estos sectores, la exconsellera Montserrat Tura.

La tormenta también ha descargado sobre la ejecutiva del partido, que, a expensas de si Elena y Geli siguen en ella, será un poco menos plural tras la marcha de Rocío Martínez-Sampere y Laia Bonet. La primera debía también decidir si rompía la disciplina de voto, pero optó por acatar el no a la consulta y abandonar la dirección. Su justificación fue rocambolesca: «Una sola abstención no es relevante, por lo que creo más responsable estar con lo que ha decidido la democracia interna del partido, aunque no comparta su decisión».

RENUNCIA PREVENTIVA AL ESCAÑO / Bonet siguió sus pasos, dejando claro que apostaba por el  aunque aceptaba la abstención. La exdiputada, relegada en las listas por sus discrepancias con la línea oficial, renunció también a la posibilidad de regresar al Parlament, cosa que podía haber ocurrido si Elena acaba entregando el acta. La decisión de Sampere y Bonet es inextricable de sus aspiraciones en las primarias de Barcelona, a las que la primera aún no se ha postulado. Ambas debían dejar sus cargos orgánicos de forma temporal, pero su renuncia definitiva les permite jugar con las manos libres la baza de candidatas críticas en un proceso que, ya irremediablemente, se verá turbado por el cisma del Parlament.