El fin del alto el fuego de ETA causa miedo y tensión en las víctimas

T. S. / BARCELONA

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"Cada atentado es el propio". Así resume Sara Bosch, la directora del área psicológica de la Associació de Víctimes d'Organitzacions Terroristes (ACVOT), el efecto que las imágenes de actividades terroristas provocan en quienes han sido víctimas de un atentado. Y si son sensibles al ruido de un petardo, mucho más sufren el continuo volumen de información sobre ETA. Ejemplo de ello es el fin del alto el fuego de la banda terrorista. Las víctimas, asegura Bosch, nunca confiaron en que se traduciría en el fin de la actividad de ETA: "Ninguno respiró tranquilo, no se lo creyeron. Y desde que se rompió el alto el fuego tienen miedo, miedo de que ahora haya más violencia que antes de la tregua".

Según ella, todas las víctimas esperan que haya un atentado en cualquier momento. "Algunos están de acuerdo con negociar; otros no, pero todos tienen muy claro que el terrorista es capaz de matar". "Les da miedo cualquier cosa", prosigue. Por ejemplo, ver imágenes de los familiares de una víctima: "Saben lo que les pasará, cómo se sentirán". "Ahora están en alerta, con los nervios a flor de piel".

La psicóloga afirma que en alguien que vive bajo un estado de miedo patológico, como es el caso de muchas víctimas, no logra acotar en el tiempo sus miedos, porque el "tiempo mental" es muy distinto. Y pone un ejemplo significativo: "Cuando un niño tiene miedo, la noche se le hace eterna".

EL HOMENAJE

Pero la actividad de ETA no es lo único que inquieta a sus víctimas. Hoy, según Bosch, no será un día fácil para las víctimas del atentado de Hipercor. Las que acudan a los actos de homenaje, las que vean imágenes por la televisión e información sobre la acción terrorista en los medios de comunicación revivirán sus peores recuerdos. Con la peculiaridad, en el caso de quienes perdieron familiares en Hipercor, de que las imágenes que guardan en su memoria son especialmente duras: entonces no existían muchas cautelas en el reconocimiento de cadáveres, como ahora sí sucede. Los parientes tuvieron que afrontar los cuerpos de sus próximos sin que hubiera una selección previa, sin asistencia especializada.

"Son imágenes cerebrales perpetuas que generan emociones perpetuas. Ahora se enseñan fotos antes. La riada de Biescas marcó un antes y un después en el reconocimiento de los cadáveres", explica Bosch.