Análisis

'Stormy weather' (tiempo tormentoso)

Al tirarse los agravios a la cabeza, la atmósfera se hace irrespirable y le sigue una inundación

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ALBERT GARRIDO

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Cuando un asunto civil o cívico se convierte en tema de conversación tabú, algo grave pasa o se vislumbra en el horizonte: hay riesgos de fractura o fracturas confirmadas que degradan la cohesión ciudadana. Así sucede estos tormentosos días de septiembre –'Stormy weather', la canción, dice: «No sé por qué no hay sol en el cielo»–, estos extraños días en los que son demasiados los que prefieren no hablar de política para preservar la concordia familiar, la cercanía entre amigos y las buenas maneras entre saludados y conocidos. El fenómeno no es nuevo ni excepcional –pregúntese en el País Vasco–, pero es desagradable, es una mutilación que crece exponencialmente cada vez que alguien prefiere «no hablar de eso».

Depuradas formas de madurismo

Al tirarse los agravios a la cabeza, los unos enfrentados a los otros, la atmósfera se hace irrespirable y le sigue una lluvia pertinaz que todo lo inunda –«sigue lloviendo todo el tiempo», 'Stormy weather' otra vez–, una lluvia que diluye la esperanza en un barrizal o en depuradas formas de madurismo, de Maduro, de nombre Nicolás, presidente de Venezuela, alumno aventajado en el peligroso arte de negar la realidad mediante la vulneración de la ley, de la suya propia, para pergeñar una realidad a su gusto. El Parlamento me incordia, pues elijo otro; la Constitución es un estorbo, pues armo una constituyente para rectificar el error de las urnas adversas. Y así avanza la fractura de la comunidad a lomos de la ideología madurista y de sus múltiples variables, tan diversas, tan a mano para suplantar la realidad con otra fabricada.

 «Mejor no hablemos de esto» denota un riesgo de fractura o la fractura confirmada

En los días tormentosos lo peor es no poder hablar de la tormenta, dejarlo todo a la política de las emociones, a los sentimientos primarios y a las opciones binarias –'sí' o 'no'; 'òc' o 'non'–, a la discreción del señor juez y al galimatías procesal que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Un abogado improbable encarnado por Vittorio de Sica dice al iniciarse un juicio: acusamos o defendemos. En el laberinto catalán cabe la misma confusión: quién defiende a quién y quién acusa a quién; en qué estado queda la democracia cuando toda la política se concentra en el Código Penal (el Gobierno) y en manipular el funcionamiento del Parlament para bloquear a la oposición (el Govern).

«Mejor no hablamos de esto», se dice, o, aún peor, se intuye que se dice, que por ahí van los tiros (nada se manifiesta de forma expresa). Hablemos del tiempo, del comienzo de curso, de las vacaciones o de 'Juego de tronos', pero dejemos a un lado la política, el referéndum, la Constitución y el Estatut, no vaya a ser que acabemos enfadados, enemistados, atrapados en el barroquismo de una discusión sobre identidades tan vieja como las identidades mismas. Mejor hablar de otra cosa mientras nos cala la lluvia; cualquier tema es mejor que abordar el gran tema. En días tormentosos –'Stormy weather'–, mejor el silencio, la ley del silencio o las conversaciones insustanciales para no tentar la suerte y dividirnos en bandos, en afectos y desafectos a la causa, sea esta la que sea. ¡Qué pastel!