En defensa de Piqué

ALBERT GUASCH

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Nos ha acostumbrado Gerard Piqué a que la cobertura informativa de los partidos del FC Barcelona no acaban hasta que él divulga su tuit o verbaliza su declaración. Siempre hay que prever un espacio para su ingenio. Porque entonces truena a su alrededor. Las reacciones ruidosas se precipitan, la mayoría propulsadas por las sensaciones epidérmicas que inspiran el personaje más que por el comentario en sí. Se le hincha la vena a comentaristas acostumbrados a tomarse el fútbol a la tremenda. A futbolistas demasiado jóvenes para saber desprenderse del linimento de los tópicos. Incluso a espectadores adultos que parecen poner en suspenso la ponderación y disparan contra el jugador como si se tratara de un político tiznado de corrupción.

El central suele practicar lo que en EEUU llaman trash-talking, pero a distancia. Michael Jordan era un baluarte de la materia. Ahí toman con la naturalidad de la competitividad que a uno le desafíen y le comparen con cosas peores que a un cono. Aquí, no. Es así y no hay que darle más vueltas.

Antes de que ayer empezara a rodar el balón, se vieron unas imágenes del defensa azulgrana echándose unas risas con Arda en el banquillo, donde permaneció todo el partido. Piqué, fuera del campo, siempre da la sensación de pasárselo bien. Sus tuits, comentarios y actitud vital reflejan eso. Como si nos recordara que esto es un juego, que es para divertirse, que conviene distanciarse, desdramatizar, que a la mayoría tampoco no nos va el pan.

Cánticos terribles

¿Se le fue la mano y elevó en exceso el tono de la provocación al burlarse de la afición del Espanyol tras el partido de ida? Una nadería si se compara con los terribles cánticos escuchados en Cornellà contra su pareja y su hijo -el defensa los recordó en su cuenta de Twitter- o las desagradables pancartas vistas ayer.

"No tengo nada que decir", dijo un responsable del Espanyol. "No he visto nada", se sacudieron otros protagonistas del derbi. Yo tampoco, vino a decir el árbitro al callar en el acta. Una burla de verdad. Esta sí. Se diría que Piqué precisaba de una contundente defensa a la vista del tono de las pancartas y no tantos mirando a otro lado.

Al final, seguramente, la grada de Cornellà no le hizo tanto daño al defensa como se lo hizo a sí misma.