NÓMADAS Y VIAJANTES

La fe no mueve montañas

RAMÓN LOBO

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Antes del último cónclave vaticano, el dibujante argentinoBernardo Erlichsuplicó desde su cuenta de twitter: que no sea brasileño, por favor. Temía el triplete: Mundial, Juegos Olímpicos y Papa. Dios -o el destino- se apiadó de él y el pontífice salió bonaerense, jesuita, del San Lorenzo de Almagro y con un discurso social infrecuente dentro de los cánones conservadores que gobiernan la iglesia católica.

Uno que no es creyente se siente atraído por este hombre humilde en apariencia, que multiplica gestos de sencillez y trata de sentar las bases de una iglesia cercana a los pobres, a los que sufren, a los indignados. Es la iglesia del salvadoreñoÓscar Romero frente a la neocatecumenal de losRouco Varela, siempre a la diestra del poder, el dinero y su boato. Tras un Paparock stary un tímido teólogo alemán devorado por la curia llega el hombre común. ¿Uno de los nuestros?

Laicismo y hartura

Estos ti empos de crisis económica y hundimiento ético -de los que España parece la vanguardia- potencian el egoísmo y el fanatismo; cierran fronteras, desaparece el Otro, el extranjero, como una fuente de aventura. El diferente se transforma en una amenaza, en sospechoso, en terrorista. La misma escasez genera lo contrario: el descreimiento absoluto. No es solo laicismo, es hartura: comprobar que muchos de los líderes espirituales, los intachables, se corrompen tanto como los terrenales.

Todo comenzó en las cavernas, con el miedo. Se inventaron los mitos, se explicó lo inexplicable con metáforas y cuentos que la ciencia desnudó con el paso de los siglos. El miedo multiplica las sumisiones, manipula. Un lectura abracadabresca esEl tratado de Ateología(Anagrama) deMichael Onfray. Aire fresco.

Empeoró con el reparto del trabajo hace miles de años: a uno le asignaron cultivar la tierra y dar de comer a los animales; otro se armó para proteger a quien le procuraba el sustento y un tercero optó por relacionarse con los presuntos dioses para que las lluvias fuesen propicias. La alianza entre el segundo y tercero aún perdura. Si falla la fuerza, está la amenaza del infierno para acallar a los disidentes.

No sé si este Papa humano, simpático, que evita de momento los terrenos minados -homosexualidad, matrimonio gay, aborto-, reactivará la Teología de la Liberación. Algunos de sus motores, comoLeonardo Boff,confían enBergoglio. En el Brasil hastiado de la corrupción de sus autoridades queda la memoria del obispo bueno, el de los pobres, Hélder Cámara, que decía que cuando uno trabaja cerca de la miseria, acaba preñado de ella.

Los hombres de fe deberían estar henchidos de ese dolor ajeno, y ser ejemplares, no importa qué credo profesen. Conocí en Uganda, en marzo del 2003, al obispo católicoJohn Babtist Odama. Presidía una organización interreligiosa que trataba de llevar la paz a una zona de guerra y secuestro de niños por parte de la guerrilla del Ejército de Resistencia del Señor deJoseph Kony.Odamano necesitaba de asesores ni de encíclicas, le bastaba su corazón.

Cada tarde, decenas de miles de niños ugandeses abandonaban sus aldeas para refugiarse en las tres ciudades más importantes del norte del país: Gulu, Lira y Kitgum. Dormían en las calles y plazas tumbados en el suelo.Odamase fue a dormir con ellos cinco noches seguidas. Con este gesto llamó la atención de la BBC y del presidenteIoweri Museveni. Llegaron las oenegés se crearon zonas seguras, se suavizó el problema.

José Carlos Rodríguez Soto, por entonces misionero y próximo aOdama, decía misa los domingos en varias aldeas cerca de Gulu. En una de ellas le recibieron vestidos con sus mejores galas, todos bajo el techo de paja de una construcción rectangular. Llevaba el vino en un bote de muestra que fue de aceite y el agua en una botella de plástico. No había copones de oro ni crucifijos de perlas. Solo estar presente en la esencia en el dolor y la pobreza extrema.

La expansión de las sectas

Las sectas evangélicasmade in USAinvaden África y América Latina. Venden el milagro instantáneo, otra vida de riqueza sin esperar una dudosa resurrección. Estas sectas que fabrican millonarios (los que las dirigen) y roban a los que casi nada tienen son ladrones de esperanza, una forma de crimen de lesa humanidad.

Una vez pregunté a un niño en Bukavu, en la provincia de Kivu sur de la República Democrática de Congo, por qué creía en Dios si no le había dado nada, solo miseria. Era una pregunta estúpida de un estúpido hombre blanco. El niño respondió sin alterarse y sin dejar de sonreír: «Es que es lo único que tengo». Frente a la ficción, la realidad posee una ventaja: educa.