CUADERNO DE VERANO

Muchas vacas lecheras y una sagrada

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ROSA MASSAGUÉ

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 Erl es un pequeño pueblo del Tirol, en la frontera con Baviera, de pocos habitantes (unos 1.400) y muchas, muchísimas vacas. Si por algo era conocido en la geografía de habla alemana era porque desde el siglo XVII cada seis años se representa allí un espectáculo de la Pasión. Hoy el pueblo está en el mapa musical europeo con un festival de verano, el Festival del Tirol, cuyo símbolo es precisamente una vaca lechera, y su director, el que para muchos es una vaca sagrada, Gustav Kuhn.

Alumno de tres de los más grandes directores del siglo XX --Bruno Maderna, Hans Swarowsky y Herbert von Karajan-- Kuhn decidió dar un vuelco a su prolífica carrera como director de  grandes orquestas y teatros de todo el mundo y plantó el frenesí de estar  hoy aquí y mañana allá por un proyecto propio mucho más reposado en apariencia como es la formación de jóvenes músicos.

Para ello en 1992 creó la Accademia di Montegral, actualmente en Lucca (Toscana), donde jóvenes músicos salidos de los conservatorios se perfeccionan durante tres años. La academia tiene su prolongación natural en el Festival del Tirol en el que domina, sin ser excluyente, la música de Richard Wagner. Kuhn sigue dirigiendo a grandes orquestas, pero lo hace con poca frecuencia. Su objetivo es la formación.

En Erl Kuhn es el amo y señor. No está sometido a ninguna atadura más allá de las puramente económicas. Crítico total con las producciones que dominan en los escenarios operísticos basadas en la Regietheater alemana con su desarrollo de un concepto, el maestro impone sus propios criterios que estarían en el otro extremo. Mínima puesta en escena, máximo valor a la música y las voces.

Tenacidad, pasión y poder de convocatoria no le faltan a Kuhn. Al festival de verano quiso sumar uno de invierno, solo que el teatro de la Pasión que había, el Passionsspielhaus, un bonito edificio circular blanco inaugurado en 1959 para representar el drama sacro, no tiene calefacción.

Lo lógico hubiera sido ponerla, pero Kuhn optó por la construcción de un nuevo auditorio, el Festspielehaus, con capacidad para 800 espectadores, un edificio negro frente al antiguo inaugurado en el 2012, obra del estudio Delugan Meissi. Para ello Kuhn contó con la financiación de un empresario Hans Peter Haselsteiner (HPH en lenguaje del festival).

Ambos edificios, en las afueras del pueblo, frente a unos verdes prados donde naturalmente pastan las vacas, en el valle por el que discurre el río Inn y no muy lejos se alzan las montañas del Kaiser, forman un considerable conjunto arquitectónico.

Como regalo a su mecenas, en el 2004 Kuhn programó algo bastante insólito. Si las 16 horas del ‘Anillo del Nibelungo’ de Wagner se representan normalmente repartidas en seis días, en Erl lo anunció como el ‘Anillo en 24 horas’, aunque en realidad el prólogo y las tres jornadas wagnerianas se reparten en tres días: ‘El oro del Rin’ empieza a las 7 de la tarde; ‘La valquiria’ y ‘Siegfried’, a las 5 de la tarde y a las 11 de la noche respectivamente del día siguiente, y ‘El ocaso de los dioses’, a las 11 de la mañana del tercer día. Total, el ‘Anillo’ completo en 40 horas.

Este año ha sido la última posibilidad de ver este experimento a prueba de wagnerianos. Hay varios repartos vocales que se alternan, la orquesta es joven, pero Kuhn que oficia en el podio de principio a fin cuenta 68 años y un esfuerzo como el requerido por este particular ‘Anillo’ empieza a ser demasiado incluso para él.

La crónica de este experimento, en la próxima entrega.