Al contrataque
Más y más religión
Vuelve la religión con el vigor que da haberse quedado al acecho el tiempo suficiente para reavivar con fuerza. No la experiencia individual de la espiritualidad sino la politización de la fe
Najat El Hachmi
Escritora
Najat El Hachmi
Vuelve la religión con el vigor que da haberse quedado al acecho el tiempo suficiente para reavivar con fuerza. No la experiencia individual de la espiritualidad sino la politización de la fe. Se reaviva el aliento de la construcción ficcionada del mundo y otra vez quiere pisotear sin contemplaciones al hereje, al descreído, al insurrecto que osa mofarse de la falsedad que es poder y es doctrina y es enriquecimiento sin vergüenza y es injusticia y discriminación y orden establecido que somete, que convierte la no pertenencia en vergüenza, en palabras de la poeta Warsan Shire.
El obispo dice que la mujer es el demonio y se queda tan ancho mientras condenan a un hombre por hacerse una fotografía encarnando a Jesucristo y se investiga a un actor por blasfemia. En nombre de la ofensa se persigue una vagina gigante porque va en procesión y se busca en el infinito mar de las redes alguien, cualquiera, para castigarlo vía judicial y que sirva así de escarmiento, que los espectadores que miran no osen nunca profanar el nombre de Dios o la Virgen, imponiendo así la visión del creyente a la del resto de ciudadanos libres.
Y en lo que parece una alineación astral, a uno y otro lado, la religión se convierte en instrumento de cambio electoral. Un cartel cerca de mi casa dibujaba una mujer con pañuelo que en árabe decía no tener sangre catalana pero sí llevar a Catalunya en su corazón y nos instaba a votar por la república. Vuelve la sangre, como vuelve la religión pero lo extraño es que quienes se enfrentan ferozmente a las creencias de las que proceden, a su origen religioso, renuncian al secularismo cuando se trata de este otro que hay que integrar con todas sus diferencias y entre estas, por lo que parece, me entero ahora, la religión deja de ser un hecho íntimo y particular para pasar a formar parte de lo público.
La supuesta izquierda
De la misoginia de los textos no hace falta hablar. Así es como el cuento se acaba con que cualquier crítica a la religión de Mahoma se convierte islamofobia aunque quien haga la crítica tenga raíces musulmanas. Entidades públicas invitan a realizar actos religiosos porque esta es nuestra principal diferencia, la que nos han buscado desde que empezamos a instalarnos en estas tierras.
Nos devuelven a la tribu beduina y no importa si el discurso es radical y quiere convertir la fe en política. Y que sea, curiosamente, la supuesta izquierda la que promueva el culto y la ficción perpetuadora de injusticias ya no parece sorprender a nadie. Promovamos cualquier símbolo que toque la moral de la derecha, la extrema o no tanto, y hagamos de la religión una bandera mientras que callamos ante la segregación urbana, el racismo institucional, la exclusión y la pobreza. Satisfechas las demandas religiosas, no hace falta hacer políticas sociales.
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