Hacer las maletas

'"Un día hago las maletas y me voy." Según un chiste de 'whatsapp', es un clásico de las frases de madre. Podría ser un arranque de novela lleno de posibilidades: un ama de casa tradicional y aparentemente tranquila, un buen día deja a los críos en el cole y se larga. Hace lo más revolucionario: deja de ocuparse de los otros para ocuparse de sí. Pero hay otras formas de hacer las maletas. Ayer, para mitigar mi impaciencia ante el recuento, hice doblete: cine y teatro. 'Nadie quiere la noche' es la última película de Isabel Coixet. Una mujer en 1908 emprende una travesía por el Polo Norte para reunirse a su marido explorador, especialista en desaparecer: en 16 años ha pasado 14 meses con ella. En su viaje se topa con una joven inuit que también espera al explorador, es su amante.

Todavía sobrecogida y maravillada por el relato de la convivencia entre dos mujeres distintas en un entorno tan extremo, me metí en el teatro. En 'Mi relación con la comida' otra mujer hace las maletas y se pira. Es la actriz Esperanza Pedreño que pone voz al fantástico monólogo de Angélica Liddell y nos habla alto y claro de la contradictoria y perversa relación entre poder y cultura, arte y entretenimiento o, como dice Liddell citando a Platón, entre cocina y medicina. Imprescindible espectáculo para el próximo ministro de Cultura.

De vuelta a casa en el autobús, tres mujeres mayores conversaban de lo divino y lo humano: del concierto que habían visto, de la desmesurada propaganda que se hace de la última entrega de 'La guerra del las galaxias', de Cristina Kirchner y la indescifrable política argentina, de afecciones oculares, de que no tenían prisa, porque nadie las esperaba, salvo la gata. En la cama consulté los diarios digitales. En un rinconcito se hablaba de Isabel Guillamón, investigadora de la Universidad Autónoma de Madrid que ha ganado una ayuda europea de 1,7 millones de euros para su investigación sobre altos campos magnéticos. Eso sí que es hacer las maletas.