Dos miradas

Aquella oscuridad

La confesión del conductor de metro Jacvier García nos cuenta que las historias tienen muchas aristas

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Recuerdo que hace años una amiga me advirtió que el momento en que los suicidas eligen para lanzarse al metro es justo cuando la máquina sale del túnel y entra en la estación. Una compañera lo había vivido en directo y ella me contaba las sensaciones de desasosiego y de impotencia. Es muy probable que desde entonces, en el andén, no haya vuelto a mirar hacia aquella oscuridad, con el temor de que vuelva a suceder, con el miedo en el cuerpo ante la posibilidad de una renovada visión de la tragedia.

He pensado en ella cuando he leído el reportaje de Toni Sust a partir de la experiencia de Javier García, el conductor (o motorista) del metro que ha vivido ocho suicidios ha vivido ocho suicidiosy que tuvo que sufrir uno el mismo día que volvía a incorporarse al trabajo después de una baja provocada por la impresión de un suicidio anterior. "Ver a una persona tirarse es tremendo". Los tatuajes de García -una bola de billar con el fatídico 8, una lápida de cementerio, un vagón de metro- dejan constancia de su desdicha y funcionan a la vez como un conjuro contra la presencia inquietante de la recurrencia trágica.

La confesión de García nos cuenta que las historias tienen muchas aristas. Y que, en la coincidencia de espacio y tiempo, se acumulan los trayectos del azar. Que el drama de quien se asoma a la muerte se combina con el de quien se la encuentra de golpe, sin querer, sin preverlo, sin avisar, justo cuando la máquina sale del túnel y entra en la estación.