CRÓNICA TEATRAL

Réquiem por un teatro irrecuperable

Pep Tosar seduce al TNC con el sentido crítico y la intensidad poética de 'Qui bones obres farà'

Qui bones obres fará

Qui bones obres fará / periodico

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Una crítica llamada de atención, en forma de réquiem, sobre el declive del teatro de la la palabra y la emoción poética. Pep Tosar ha rizado el rizo de su irónico pensamiento sobre el arte escénico en 'Qui bones obres farà', una obra que brilla en la Sala Petita del TNC. El texto del controvertido creador mallorquín está basado en 'L’hort dels cirerers' de Chéjov. Son casi tres horas al servicio de la reivindicación del arte verdadero frente a una cultura oficial que admite (y que prima) la banalidad de una oferta destinada al fulgurante éxito comercial. El montaje lanza también una certera mirada hacia las consecuencias que para las relaciones de los personajes tiene esta situación, circunstancia a la que ayudan las oportunas incursiones en otras obras de Chéjov, como 'La gavina' y 'Les tres germanes'.

Un teatro, inspirado en A Barraca de Lisboa, se ve obligado a cerrar sus puertas. La compañía no puede pagar los alquileres y el desahucio es irreversible. El grupo, con 35 años de trayectoria, decide despedirse del público con la representación de 'La gavina', obra con que fue inaugurada la sala. El guiño del autor al ambicioso montaje que en 1997 presentó Josep Maria Flotats con gran profusión de medios en el mismo TNC, frente a las limitaciones de compañías como la del relato, no pasa inadvertido.

El evento reúne a los supervivientes de la compañía. La visión de la familia aristocrática que en la obra de Chéjov pierde su casa es sustituida aquí por la de los que deben renunciar a su hábitat artístico. Un productor (Xavi Sáez) pretende convertir la sala en un teatro comercial. El mensaje es claro: el sentido de la creación pura de los 70 ya no tiene hoy espacio.

UN JUEGO DE ESPEJOS

El juego de espejos que ofrece el desarrollo de la trama permite incidir en múltiples cuestiones, incluyendo dos triángulos amorosos. Los temores de que el montaje acabe derivando hacia lo discursivo y aleccionador se desvanecen pronto y la intensidad crece a medida que avanza la función. Tosar, encarnando a Chéjov en un rol de narrador que ayuda a centrar la mirada del espectador, dirige con acierto a un buen reparto de actores.

La construcción del personaje de Imma Colomer, una figurinista con un avanzado alzhéimer, es sobresaliente. Su delicada interpretación de una mujer en el límite de la consciencia emociona profundamente. Desde ese estado incluso dialoga con el desaparecido Chéjov. Evelyn Arévalo deslumbra como Nina y brillan también Miquel Gelabert y Tilda Espluga, mientras la pianista Elisabet Raspall ilumina la acción con sus inspiradas atmósferas musicales.

Las intervenciones en vídeo de Albert VidalKrystian Lupa o Gilda Love dan fuerza al contenido crítico de esta función que cuenta asimismo con los sugerentes títeres de Mim Juncà. Una obra que entretiene y ayuda a reflexionar.

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