ESTRENO

Kike Maíllo y Mario Casas se bañan en sangre de 'Toro'

Kike Maíllo, en Madrid, días antes de viajar al festival de Málaga, donde presenta 'Toro'.

Kike Maíllo, en Madrid, días antes de viajar al festival de Málaga, donde presenta 'Toro'. / periodico

OLGA PEREDA / MADRID

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Kike Maíllo pasará el fin de semana con el corazón en un puño. De la taquilla que haga 'Toro', que se estrena este viernes al tiempo que inaugura el festival de Málaga, dependerá que el director tarde "dos o cinco años" en poner en pie su siguiente película. "El cine es un asunto artístico, pero también industrial. Hay gente que se juega el dinero. Todo es una fórmula matemática. Si consigues una buena taquilla tienes más fácil hacer tu próximo trabajo", afirma el realizador, que todavía no se siente cómodo bajo el epígrafe de cineasta. Demasiado rimbombante para su gusto. "Sigo sin decir director de cine. No sé. Prefiero realizador de publicidad o profesor de universidad", afirma Maíllo, que si en su primera película ('Eva', 2011) retrataba un mundo de robots, en 'Toro', protagonizada por Mario Casas, muestra una decadente Costa del Sol en la que enmarca la historia de redención de un exconvicto tan violento como noble.

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Trufada de elementos españoles (cofradías, el toro de Osborne, rascacielos horteras, laberínticos hoteles y una abigarrada costa inundada de luces de neón), 'Toro' es una película de tipos duros. Y, sobre todo, de mucha y adrenalítica acción. Aquí los coches estallan de verdad. La trama descarga su peso en Mario Casas, que ya sacó a la bestia parda que lleva dentro en el 'thriller' 'Carne de neón' (Paco Cabezas, 2010). El peso de la historia también recae en el personaje al que da vida José Sacristán, beato, cofrade y gélido líder de una organización mafiosa que vive del turismo y que extorsiona, tortura y asesina. Maíllo buscaba a un actor veterano con cara de haber vivido, con presencia y porte. "Cuando Sacristán habla, habla Dios", elogia el realizador, que añade, entre risas, que al ser catalán habrá espectadores que le zurren a "gorrazos" por firmar una película tan española. "Quizá la he rodado de una forma que recuerda al cine europeo, pero la he llenado de símbolos españoles. He hecho lo posible para que así sea. Coño, sale Pepe Sacristán. Con 'Eva' me decían que no parecía española. Con 'Toro' espero que no pase lo mismo". 

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MAFIOSOS Y COFRADES

Sacristán (su personaje) es un mafioso sin escrúpulos. Y también hermano mayor de una cofradía. ¿Puede pasar con 'Toro' lo mismo que con 'Nadie conoce a nadie', con la que Mateo Gil se ganó la ira de los cofrades? "Soy de Barcelona y ese mundo [el de las cofradías] lo veo como de ciencia ficción. Pero mis dos guionistas son andaluces. Ahora en serio, todo el mundo se puede enfadar por cualquier cosa pero esta no es una película sobre los que creen en Dios y los que no lo hacen. 'Toro' demuestra que medrar socialmente es también medrar a los ojos de la liturgia religiosa. El hábito no hace al monje".

Otro aspecto que también defiende Maíllo es el de que una persona puede ser violenta y noble. "Estoy seguro de que Atila tenía un código ético de la hostia. Y muchos de los emperadores romanos, también. Y los Papas. A Toro [Casas] le indigna la falta de moralidad. Él, de hecho, hace un acto moral cinematográfico clásico: dejar el mundo de la mafia". Lo deja, efectivamente, después de pasarse unos años en prisión. Ahora solo va a la cárcel a dormir. Está a punto de conseguir la libertad. Se gana la vida ejerciendo de chófer de turistas y tiene una novia maravillosa. Pero su hermano (Luis Tosar) le necesita y él regresa al hampa. Una última vez.

LEALTAD, VIOLENCIA Y ESPAÑA

'Toro' habla de lealtad y de violencia. Y, sobre todo, de España. De esa España que explota el filón del turismo. De esos españoles que se dejan toda la pasta en un Audi. "Esa España está atrás. Ahora la gente ya no tiene ni para comprarse un coche. Ahora lo comparte. O lo alquila. Y ve 'Mujeres y hombres y viceversa'".

Maíllo no ha tenido tiempo este año para hacer la segunda cosa que más disfruta después de rodar: dar clases. Lleva sentando cátedra en la ESCAC, desde hace casi 16 años. Sus planes no pasan por dejar las aulas, aunque reconoce que, de vez en cuando, hace falta parar y tomar aire. "El discurso se cansa y cuanto mayor te haces, eres peor profesor"