EL LIBRO DE LA SEMANA

El aprendizaje de la decepción

Joan Carreras hace balance del paso del tiempo en 'L'àguila negra'

El novelsita Joan Carreras.

El novelsita Joan Carreras.

VICENÇ PAGÈS JORDÀ

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Después de dos libros de cuentos aparecidos a principios de los años 90, Joan Carreras (Barcelona, 1962) publicó tres novelas sin prisas. A partir de L'home d'origami (2009), sin embargo, acelera el ritmo al mismo tiempo que va eliminando la truculencia para centrarse en los conflictos familiares y los desengaños de la madurez.En menos de cuatro años han aparecido tres novelas que son sobre todo radiografías sentimentales: Carretera secundària, Cafè Barcelona (premio Ciutat de Barcelona) y ahora L'àguila negraque ha obtenido el premio Sant Jordi.

El principio de L'àguila negra recuerda las últimas novelas de Eduard Márquez (L'últim dia abans de demà) y Care Santos (Desig de xocolata). Las tres empiezan con dos compañeros de estudios, uno de los cuales tiene pareja, pero en la de Carreras esta relación elude el triángulo sentimental, como si se hubiese propuesto evitar la figura geométrica más literaria. L'àguila negra es la biografía de un hombre, y por lo tanto está impregnada de melancolía en la medida en que el lector asiste a todos los pasos que conducen al aprendizaje de la decepción: las ilusiones, la adaptación, la rutina y la redención.

L'àguila negra está narrada con dos corrientes temporales, ya que los capítulos breves del jubilado que intenta hacer las paces consigo mismo se alternan con otros más largos que narran las etapas vitales que ha ido atravesando. Este entrelazamiento crea lo que podríamos denominar efecto Benjamin Button, sobre todo al principio, cuando los capítulos del hombre mayor preceden a los del joven y parece que se espere -o se vea venir- a sí mismo.

UNA NOVELA DE CRECIMIENTO

No estamos delante de una novela policiaca en la que el estímulo sea adivinar cómo se cometió el crimen, sino de una novela de crecimiento, en la que el lector aspira a conocer las etapas a través de las cuales el personaje ha llegado al final.

El protagonista se casa, prospera, engendra, cede y, a pesar de todo, acaba solo, rodeado de fantasmas, arrepentido, cautivo de la pesadumbre. Carreras ha elegido a un hombre de la generación anterior a la suya, de manera que se puede recorrer su trayectoria hasta la vejez. Aunque transcurre durante el franquismo, el libro se centra en las transformaciones interiores y esquiva la épica de la resistencia.

L'àguila negra no persigue el brillo, ni está rellena de recursos lúdicos, y aún menos de guiños costumbristas. Carreras escribe con una contención que no está reñida con las metáforas vinculadas a la profesión odontológica del protagonista (restitución, exéresis), ni con escenas narradas con delicadez (la descripción de un vestido, la reacción matizada ante una invitación de boda). La biografía no admite un exceso de sentimentalismo, pero tampoco una frialdad excesiva. El narrador, no obstante, parece más próximo al protagonista durante los años de juventud que a su madurez, cuando se va dejando marchitar.

Al final, queda un dilema irresuelto: el amor de fuego -intenso, peligroso- y el amor de agua -reposado, quizá aburrido-, el remolino del cambio y el vértigo de la sensatez, el amante dionisiaco y el esposo apolíneo. La familia es el gran cambio: «Els nous hàbits consistien a fer coses que valguessin la pena per als fills». Más tarde llega el hecho diverso y finalmente el balance: «Fer-se gran és el que ens toca. Ja ho sabem. És contra les interrupcions, que no estem preparats». El protagonista de L'àguila negra es el paso del tiempo.

FICHA: L'ÀGUILA NEGRA. Joan Carreras. Proa. 320 págs. 21,50 €