FANTASÍA

El Hobbit: la desolación de..., Tolkien 'jacksonizado'

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Después de El Hobbit: un viaje inesperado (2012), aquella soporífera primera entrega de una innecesaria trilogía de casi nueve horas basada en una novela de menos de 300 páginas, ¿quién iba a imaginar que Peter Jackson se guardaba una segunda entrega tan vigorosa bajo la manga? La desolación de Smaug es una aventura frenética e imponente cargada con todas las secuencias de acción que le faltaban a la primera película: ataques de arañas gigantes, emboscadas de orcos, un exuberante descenso fluvial y, cómo no, el dragón desolado del título.

No cabe duda de que, por otra parte, quienes tratan todo texto de J.R.R. Tolkien como palabra de Dios se sentirán ultrajados, dado que buena parte de lo que sucede en la película no está en el libro original. Es decir, Jackson no ha alterado el núcleo argumental -Bilbo Bolson ayuda a 13 enanos a recuperar el legado de sus ancestros derrotando al temible dragón que ahora lo gobierna-, aunque más bien lo trata como un mero contorno, que rellena con ideas tomadas tanto de otros textos y notas del autor como de su propia imaginación.

En el proceso, buena parte del misterio y la sencillez que caracteriza el trabajo de Tolkien han sido sacrificados, y el resultado final es un blockbuster más cercano al cine de Marvel o el de George Lucas -que Jackson se haya inventado un romance entre una belleza Elfa y un enano probablemente esté haciendo a Tolkien revolverse en la tumba-. Más aún, que estas películas incluyan en su título la palabra Hobbit es casi una broma, porque aquí Bilbo, posiblemente el personaje más relevante de todo el universo Tolkien, ha quedado convertido en mero accesorio. A Jackson sin duda le importan más esa docena de canijos a quienes, excepto en uno o dos casos, tanto nos cuesta distinguir el uno del otro, y cuyo destino nos importa tan poco.

¿POR QUÉ TRES PELÍCULAS? / Y a pesar de todo ello, decíamos, La desolación de Smaug supera en casi todo a su predecesora. Eso sí, que nadie espere de ella el impacto emocional que cualquiera la trilogía El señor de los anillos proporcionó. Y, por último, nunca resulta reiterativo volver a preguntarse: ¿por qué hacer tres películas cuando para adaptar el libro bastaría una? ¿Por qué tantas caminatas por el bosque cuando lo que El Hobbit pide es claridad y precisión? Seguro que Jackson tiene la respuesta, pero estará demasiado ocupado amasando dólares para contes-

tar. NANDO SALVÀ

Peter Jackson