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Hércules Nada del otro mundo

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Brett Ratner

Esta enésima aproximación al mítico héroe griego despoja a su protagonista de sus cualidades semidivinas: es solo un mercenario dotado de mucho músculo y capacidad de estrategia, de un pasado misterioso y de un equipo de secuaces que ayudan a propagar las más fantasiosas historias sobre su eficiencia combatiendo monstruos mitológicos. De haber sido expandido o colocado en el centro del argumento, esta idea de protomárketing habría ampliado sustancialmente las posibilidades narrativas del filme.

Para deconstruir la leyenda, sin embargo, el director Brett Ratner se conforma con echar mano de gags. Hércules es casi tanto una comedia como un péplum, y de forma intermitente el humor sirve para compensar la falta de secuencias de acción verdaderamente imaginativas y la flagrante ineptitud narrativa, que reboza  el mito con las traiciones más previsibles y las motivaciones más improbables. En un momento dado, la película parece darse cuenta de que todavía hay en ella un montón de hilos argumentales sin resolver, por lo que decide apilar sus respectivas resoluciones en un guirigay narrativo francamente idiota. No es algo grave: nadie se sienta frente a una película como esta en busca de lógica.

En cualquier caso, si Hércules logra ser un entretenimiento pasable es gracias al actor Dwayne Johnson, que no necesita guiñarnos el ojo de forma explícita para demostrar que pilla el chiste. Detrás de todas esas muecas severas y esa terrible peluca, deja entrever a un niño que se lo está pasando en grande. N. S.