CRÓNICA DE MÚSICA
Apoteósico recital de Hvorostovsky en el Liceu
El legendario barítono siberiano sedujo al público con un repertorio de arias rusas y de ópera italiana
César López Rosell
Periodista
CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA
El tigre siberiano volvió a rugir en el Liceu. Dmitri Hvorostovsky (Krasnoyarsk, Rusia, 1962) celebró el domingo los 25 años de su debut en el Gran Teatre y la cita cumplió todas las expectativas. El legendario barítono, al parecer recuperado tras seguir tratamiento del tumor cerebral que le diagnosticaron hace más de un año, provocó el delirio de la colonia rusa catalana y de sus admiradores liceístas. El cantante exhibió el poderío de su rica voz oscura, su natural legato e impecable fraseo y una expresividad innata para dar el tono dramático a las arias interpretadas. La orquesta de la casa, dirigida por el ruso Mijail Tatarnikov, mostró una particular implicación para que todo saliera a la medida de evento.
Gritos de “¡Dmitri, Dmitri!” e incesantes bravos y aplausos acompañaron la actuación del seductor artista. Hvorostosvky levantó pasiones desde el momento en el que apareció en escenario luciendo su blanca y cuidada melena y su elegante y sexi porte. Una lluvia de ramos de flores de sus admiradoras rusas llenó el escenario antes de enfrentarse al vibrante y único bis y el clima subió de tono con la interpretación de ‘Ojos negros’. La despedida, con el Liceu en pie, fue apoteósica.
Nadie diría que el cantante hubiera pasado por el doloroso trance de su enfermedad. Su cálido e imponente timbre se mostraba intacto y fue muy brillante la interpretación de las bellas piezas del repertorio ruso seleccionadas para la ocasión. En ellas que se mostró dominador a la hora de expresar emociones. La figura del héroe recuperado creció por momentos a los ojos de todos. Se mostró agitado y melancólico en la recreación de la atmósfera nocturna de ‘En el aéreo océano’, de ‘El demonio’ de Anton Rubinstein, y sencillamente magistral en los matices dramáticos del pasaje de las tres cartas de ‘La dama de picas’ de Chaikovski.
INTENSIDAD INTERPRETATIVA
Hvorostovsky coronó su viaje eslavo con la cavatina de ‘Aleko’ de Rachmaninov, expresión lirica de las pasiones del joven protagonista, y arrasó con la dolorosa y anhelante aria ‘Ni el sueño ni el reposo’ de la ópera ‘El príncipe Igor’ de Borodin. La orquesta interpretó la obertura de ’Rusian i Liudmila’ de Glinka, ‘La doncella de la nieve’ y la ‘Polonesa’ de ’Eugene Oneguin’, ambas de Chaikovski, para completar el repertorio ruso de la velada.
La continuación, con populares piezas de las óperas italianas y el guiño a Bizet, resultó menos sugerente pero mantuvo la intensidad interpretativa. El aria de ‘O Carlo escolta…Io morro’ de ‘Don Carlo’ y ‘Cortigiani, vil razza dannata’ de ‘Rigoletto’, ambas de Verdi, entusiasmaron. Antes había cantado con solvencia ‘Resta immobile’ de Rossini y llegó un castigador remate con el ‘Toreador’ de ‘Carmen’ que multiplicó la aclamaciones de sus fans, a pesar de no ser su mejor recreación. Un gran recital de un artista tan apasionado como auténtico.
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