Modelo expositivo

Consolidado el modelo teatral catalán y barcelonés –mientras el audiovisual apenas se ha puesto manos a la obra en el realismo social entre innumerables dificultades y el de la narrativa prosigue su caída en picado— empezamos a consolidar la vía estratégica que debería emprender Barcelona como ciudad de exposiciones con personalidad definida. Este camino se llama discurso. Discurso, asunto, punto de vista. Las mejores exposiciones que hemos visto en Barcelona mueven a la reflexión y al análisis, no a la contemplación de piezas icónicas del patrimonio universal reunidas al por mayor. Mostrar una acumulación agobiante de Van Gogh, Matisse, Rembrandt, El Bosco, Goya y la interminable procesión de genios, solo está al alcance de quienes disponen de cromos para intercambiar. Los demás tenemos que invertir en otra liga.

Se puede considerar que en buena parte ya lo estamos haciendo. Si Madrid juega en primera en cuanto a iconos muebles, Barcelona es más competitiva en los inmuebles. París es excelente en las dos y en todas las demás. Aunque su faro ya no guíe los caminos del mundo, París es el primer destino turístico. Como no quieren perder comba, también montan grandes exposiciones temáticas que reinterpretan o cuestionan mitos, tótems y tópicos. Pues bien, este es el marchamo de Barcelona. Apenas tenemos mercado del arte, los presupuestos son modestísimos, incluso las mejores pinturas catalanas del siglo XX están en Madrid. Pero disponemos de instituciones, espacios e imaginación.

El camino que comenzó a lo grande el CCCB es seguido ahora, de momento con más acierto que éxito, por el MNAC. Buena parte de la programación del curso que empieza ya está en esta onda. Es el único camino ambicioso y transitable. Falta que el Macba complemente la función historicista de llenar vacíos con mucha más contundencia en el discurso. Pensar, repensar, proponer sin descansar. Sólo este puede ser el sello distintivo de las exposiciones de Barcelona.