Cuando la habitación 902 se puso a temblar
Todo se movió durante varios segundos y la experiencia, mi primera experiencia, fue terrorífica, horrible, poco recomendable
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS / Mito / Enviado especial
Eran, exactamente, las 02.17 de la madrugada de hoy sábado. Lo sé porque estaba escribiendo mi blog sobre la comida japonesa y mi compañera Inma, que lo estaba esperando en la redacción de Barcelona, me metió un poquito de prisa porque, en efecto, le había prometido que se lo enviaría pronto.
Mi pequeña habitación, la número 902, del hotel Daiwa Roynet, de Mito, en una inmensa plaza, la de la estación, donde hay varios hoteles, parece un camarote de barco. Todo en su sitio, pero todo recogido, encogido, apretado. Aún y con todo, la silla de ruedas en la que estaba sentado mientras escribía se movió y me desplazó a la derecha, a la izquierda.
FOLLÓN EN LA HABITACIÓN DE LA LADO
He de reconocer que mi primera impresión fue que había lío, del bueno, en la habitación de al lado. Pero, no, no, que va, se estaba moviendo todo. Y, cuando digo todo, me refiero, sí, al edificio, a las paredes, a la ventana, a la habitación. Y no fue un segundo, ni dos, ni tres. Fueron muchos segundos. Se notó. Hubo tiempo de tener miedo. Mucho. Sobre todo si, como fue mi caso, es la primera experiencia que tienes.
No hice nada. Ni siquiera agarrarme a la mesa. Pensé que el tifón 'Francisco', que llevamos cinco días esperando en Mito, Motegi, Japón, acababa de llegar. "No, no, nada de 'Francisco', ha sido un terremoto. Y serio. Y grande. Pero no se preocupe, señor, el edificio está preparado para estos percances". Percances me dijo la recepcionista.
LA RECEPCIONISTA ME CALMA
Bajé en pijama porque pensé que debía de saber qué había ocurrido. Y si podía volver a suceder. Y me encontré al piloto vasco Efrén Vázquez, que vive en mi hotel, tratando de calmar a su chica, que se había llevado un susto tremendo, asustado, llorado y sufrido una pequeña crisis, que Efrén, con su bondad y tacto, había calmado de inmediato.
Cuando salí al pasillo del noveno piso del Daiwa Roynet, decenas de miembros del 'paddock' del Mundial de motos ocupaban la alfombra roja, sentados, meditando, bromeando. Claro, todos ellos, tras tantos viajes a Japón, están acostumbrado. Es más, alguno hasta se río de mi. Como Shuhei, un fotógrafo japonés de Nikon, que me dijo que no me preocupase, que esto era el pan nuestro de cada día. ¡Será para él! Yo lo pasé fatal.
DOS TEMBLORES DIFERENTES
El técnico italiano Mario Capanna, del equipo indio Mahindra, me dijo que el terremoto había sido "serio, grande, enorme, peligroso, pero este país está muy preparado para esto". Y me contó que él cada año vive un par. "No como este, no, ¡ni hablar!, pero yo he visto moverse mesas y sillas, sí. Y caerse cuadros de las paredes. El de hoy ha sido peligroso, pero controlable ¿sabes por qué?, porque el movimiento ha sido en horizontal. El edificio, la habitación, las paredes, la cama, la mesa, se ha movido de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, ¡lo malo es cuando se mueve de arriba abajo, de abajo a arriba!, porque ese movimiento puede romper los cimientos, las columnas, del edificio. Los movimientos horizontales son perfectamente asumibles por la estructura de las casas".
LOS JAPONESES, INDIFERENTES
Yo solo sé que al rato, cuando regresé a mi habitación, ya pasadas las tres de esta madrugada, el que temblaba era yo, no el edificio. Y no pude dormir, claro ¡quién va a hacerlo en esas condiciones! Pues, según descubrí al llegar al circuito de Motegi, donde sigue diluviando y con niebla muy espesa, descubrí que todo el mundo había dormido, especialmente, insisto, los japoneses que seguían con su risita contagiosa, pilla, de broma, como diciendo ¡bienvenidos a Japón! Nada de bienvenidos.
La información que surgió tras el terremoto demuestra que el temblor no fue ni controlado, ni de risa. Fe muy serio. A las 02.17, en la habitación, el seísmo fue de fuerza 6.8 en la escala de Richter y eso, ¡señores!, es muchísimo, provocando un pequeño tsunami, de olas de solo 30-40 centímetros, sí, pero tsunami al fin, 10 kilómetros bajo el mar, a 400 kilómetros frente a la costa de Fukushima. Así que poca broma. ¡Como no iba a temblar mi habitación! El terremoto de Irpia (Italia), en 1980, que provocó 2.918 muertos, fue, para que se hagan una idea, de fuerza 6.5; el de Kobe, también aquí, en Japón, en el que fallecieron 6.434 personas en 1995, de 6.8 y el de Haiti, en el 2010, donde murieron 316.000 personas, de 7.0. Este que acabamos de vivir en Japón ha sido, a las 03.13 horas de esta madrugada de 7.1. Mi sacudida era de 6.8.
MUCHOS NI SE DIERON CUENTA
Frine, la responsable de la sala de prensa del Mundial, se lo tomó con más calma que yo. No era el primero que vive, claro. "He sentido el temblor, claro, pero como no he oído sirenas, ni cristales rotos, he seguido durmiendo". "Ha sido como un masajito, sobre todo para los que tenemos las habitaciones en la planta baja del hotel, donde ha temblado menos", me ha comentado Nico Abad, de Tele-5. Maria Antonia, la madre de Luis Salom, asegura que sufrió un sobresalto tremendo en la cama. "Me desperté de golpe y fui a despertar a Luis. 'Luis, Luis, que está temblando el hotel'. Y el tío va y me dice: 'Sí, sí, mamá, tranquila, es normal, no pasa nada, duérmete, ya pasará'. Pero cómo ¡ya pasará! Dios mio que susto".
Nobu Ueda, uno de los pilotos legendarios de Japón, que se pasa más de media vida en Europa con los chicos de su escuela de pilotaje, me dijo que era normal que notase a sus compatriotas serenos, habituados, tranquilos. "No solo vivimos muchos episodios como éste, bueno, perdona, Emilio, como éste no, pues éste ha sido bestial, sino que sabemos que nuestros edificios están preparados para soportar sacudidas así. No todas, no todas, pero si la mayoría de ellas". Ueda, pese a todo, se siento muy feliz ("especialmente por la comida") de seguir viviendo más en Europa que en Japón.
EL FINAL DEL MUNDO
Realmente, pese a ser esta la primera experiencia que vivo, a todo el mundo le puede resultar fácil imaginar cómo es un temblor, un terremoto. Tiembla la tierra, se mueven las paredes, se trasladan los objetos. Sí, pero lo que ocurre es que a esa sensación física, palpable en el caso de hoy (insisto, 6.8 de la escala de Richter, es ¡muchísimo!), se suman otras sensaciones inconfesables, tuyas, intransferibles. Impotencia. Miedo, mucho miedo. Desconicimiento. Susto elevado a la enésima potencia. Temor. Ignorancia. Inexperiencia. El final, eso es lo malo. O lo sospechas. Lo intuyes. Como me dijo Ricardo, el jefe de prensa del equipo de Jorge Martínez 'Aspar', "yo, cada año que vengo a Japón, le digo a mi compañero de habitación que no me despierte si hay un terremoto, como el de hoy, o tiembla la habitación, como hoy. Prefiero que la muerte me pille durmiendo". Yo estaba escribiendo mi blog. Me esperaba Inma, la deliciosa Inma. Y el suelo y las paredes empezaron a trasladarse. Y les juro que pasé miedo.
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