TENSIÓN SOCIAL EN LOS BALCANES

La 'primavera bosnia' explota en las calles de Sarajevo

Escena del incendio parcial del edificio del Gobierno cantonal de Sarajevo, ayer.

Escena del incendio parcial del edificio del Gobierno cantonal de Sarajevo, ayer.

IRENE SAVIO
ROMA

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La indignación prende en Bosnia, ahora con violencia. Tras las protestas pacíficas del año pasado -cuando miles de personas salieron a las calles para exigir el fin de la parálisis política que azota la maltrecha república exyugoslava-, ayer una turba enfurecida asaltó varios edificios en diversas ciudades del país, incluida la sede de la presidencia del Gobierno en la capital, Sarajevo, que fue atacada a pedradas y parcialmente incendiada.

La chispa, esta vez, ha sido el cierre de varias fábricas industriales en la ciudad de Tuzla, donde el miércoles empezaron los disturbios y donde se están llevando a cabo los choques más violentos entre la policía y los manifestantes. Ayer mismo, más de 7.000 personas emprendieron una batalla campal con las fuerzas de seguridad locales, lo que dejó un balance de al menos 130 personas heridas, incluidos 104 agentes.

También se registraron protestas -sin bien de menor intensidad, al menos de momento- en las ciudades de Mostar, Zenica, Bihac y Banja Luka. Esta última pertenece a la República Srpska, de la que es capital administrativa. Ello supone que ciudadanos serbobosnios están participado en las manifestaciones.

Los manifestantes quieren que el Gobierno local dimita de forma inmediata. Queremos cambios y los queremos ya, ha sido uno de los mensajes más recurrentes que se han leído en las pancartas. «Llevan robándonos 25 años, han arruinado nuestro futuro. ¡Queremos que se vayan!», explicó Aldin Siranovic, uno de los líderes de las manifestaciones. «Debemos diferenciar entre los trabajadores que se han quedado sin derechos básicos, y todos los hooligans que han aprovechado la situación para sembrar el caos», respondió Nermin Niksis, primer ministro de la federación autónoma bosniocroata.

En el trasfondo están los acuerdo de Dayton de 1995, que pusieron fin a cuatro años de guerra, pero que dejaron a Bosnia -de 3,8 millones de habitantes- al borde del colapso administrativo perenne por la pugna que mantiene la clase política local, dividida entre serbios, croatas y bosniomusulmanes.

De ahí las reivindicaciones de los manifestantes, que acusan de corrupción y clientelismo a las autoridades del Estado y a numerosos ejecutivos regionales. Se trata del país más pobre de los Balcanes, con un tasa de paro que supera el 27% y una inflación que crece sin cesar.

Una prueba fue lo ocurrido en junio del año pasado, cuando un bebé murió por la incapacidad del Gobierno de expedir a tiempo su DNI y carnet de seguridad social, lo que suscitó varios días de protestas, que si bien no resultaron violentas, fueron las más fuertes desde el fin de la guerra (1992-1995). Esa, quizá, era la señal de que Bosnia es una olla a presión con una temperatura en ascenso.