EL FUTURO DE UN ICONO

El muro se queda

Visita obligada 8 Protesta contra la demolición del East Side Gallery, en Berlín, ayer.

Visita obligada 8 Protesta contra la demolición del East Side Gallery, en Berlín, ayer.

J. M. FRAU
BERLÍN

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A las siete de la mañana del pasado viernes, sin previo aviso, los operarios empezaron a demoler una parte del tramo más largo del Muro de Berlín que se conserva. A aquellas horas, la zona conocida como East Side Gallery no estaba, todavía, llena de turistas ni de paseantes locales pero, convocadas a través de las redes sociales, unas 400 personas acudieron al lugar para protestar por las obras y para preservar una parte de la historia de Berlín. Sobre las 11 de la mañana, la policía, que había desplegado a unos 100 agentes, decidió aplazar los trabajos. Fue un primer paso. Pero nadie cantó victoria.

Hasta el viernes, unas 40.000 personas habían firmado en internet la petición para que los 1.300 metros del muro que separó la ciudad durante 28 años y en el que perecieron cientos de personas al intentar traspasarlo, se quedaran como están. El domingo, las peticiones llegaban casi a las 60.000. En la calle, junto a East Side Gallery, galería de arte al aire libre en la que se exponen obras de más de 100 artistas que a principios de los 90 dejaron en el muro las huellas de su arte, se juntaron más de 6.000 ciudadanos. La manifestación fue pacífica y creativa; con música, discursos. En un ambiente ya primaveral, exigían que aquella parte de la historia de Europa no fuera modificada para construir un edificio de pisos de lujo.

Franz Schulz, de Los Verdes, alcalde del distrito berlinés de Friedrichshain, el afectado por la polémica, se puso del lado de los manifestantes y habló de un problema de «dimensiones internacionales». La imagen de Erich Honecker, el presidente de la RDA a quien en 1989 sorprendió la caída del Muro a pesar de que él se había opuesto, en contra de la línea reformista del líder soviético Mijaíl Gorbachov, era utilizada en una pancarta: Necesitamos el Muro.

Un joven estudiante que nació el año que cayó el muro (noviembre de 1989) defendía la necesidad de preservar las señas de identidad de Berlín, su ciudad. «Si esto sigue así -afirmaba-, seremos pobres y dejaremos de ser sexis», en alusión a la conocida frase del alcalde socialdemócrata de la ciudad, Klaus Wowereit, quien proclamó hace años que Berlín «es una ciudad pobre pero sexy». Ayer, el constructor del edificio de apartamentos que ha generado el conflicto afirmó al diario popular Bild, el más leído de Alemania: «No necesitamos este agujero».

Un proyecto de los 90

Maik Uwe Hinkel, el empresario, se mostraba así dispuesto a renunciar a la prevista apertura de unos 20 metros entre lo que queda del muro, para facilitar el acceso a la calle desde el nuevo edificio. Hinkel no entiende la polémica, ya que el proyecto se conocía desde principios de la década de los 90.

Con estas declaraciones del constructor se confirmaba el triunfo de una movilización popular, que va más allá de la voluntad de conservación de la East Side Gallery. En Berlín, movimientos ciudadanos protestan a menudo por la evolución urbanística de la ciudad y por las maniobras especulativas que se generan. Las orillas del río Spree son el particular objeto de deseo de las grandes inmobiliarias desde hace años.