Melania Trump, una extraña visión

¿Quién vestirá a la Primera Dama?

¿Quién vestirá a la Primera Dama? / periodico

IDOYA NOAIN / BERWYN (FILADELFIA)

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El centro deportivo de Main Line, en Berwyn, un suburbio a escasos 30 kilometros de Filadelfia, no está ni de lejos a rebosar. La campaña de Donald Trump había repartido casi 3.000 entradas pero este jueves no hay reunidas más de 300 o 400 personas sobre el césped artificial del recinto cubierto. Y eso que la ocasión es especial. Este es el lugar que ha escogido Melania Trump, esposa del candidato republicano, para dar su primer discurso en la campaña tras el fiasco de la convención en julio, cuando su intervención incluyó frases íntegras copiadas de otro discurso de Michelle Obama. Y aunque el propio Trump ha asegurado que su esposa dará uno o dos más, no hay nada anunciado aún en la agenda.

Por eso cada palabra de la exmodelo eslovena cobra un peso especial. Porque en ella recae en buena parte la compleja y quizá imposible misión de suavizar la imagen machista que se ha labrado su esposo. Y porque ella es una de las escasas posibilidades del empresario de recortar la enorme ventaja que Hillary Clinton lleva entre las votantes, entre el 8 y el 18% según la encuesta que se mire y hasta del 20% en un estado bisagra clave como Pensilvania, donde se juegan 20 votos del colegio electoral que ningún republicano se ha llevado desde 1988.

RETRATO AMABLE

En su intervención en Berwyn, Melania hace ese retrato amable del hombre con que se casó en enero 2005 y con el que tiene un hijo de 10 años, Barron. No entra en demasiados detalles políticos pero promete que su marido “hará el país grande de nuevo”, el eslogan con que intenta llegar a la Casa Blanca. Y además de recorrer su propia historia como una inmigrante que se enamoró de la promesa del sueño americano escuchando a Ronald Reagan, escoge otro tema central cuando menos paradójico: comprometerse, si llega a ser primera dama, a luchar contra el 'bullying' en las redes, algo de lo que sabe mucho su esposo.

La suerte para Melania es que, al menos en directo, habla a un público entregado, compuesto por gente como Betsy Bradfield, una mujer de 52 años que ha venido desde un pueblo cercano acompañada por su hija de 14 años, Katie Kintzello. “Melania es muy inteligente y sabe bien cuál es el papel que debe desempeñar una primera dama”, dice esta secretaria y contable, dejando caer también una crítica a Michelle Obama (“Quizá intenta ser presidenta”). “En cualquier caso no voto por Melania, voto por él”, añade Bradfield, asegurando que el mero hecho de que el candidato se casara con una inmigrante “debería acabar de una vez por todas con las críticas que le acusan de ser racista y xenófobo”.

En Berwyn todo el mundo habla de Melania como “inteligente” y “elegante”, obviando mencionar su belleza (algo que sí ha hecho el propio Donald Trump en su cuenta de Twitter). Y se cierran filas ante cualquier crítica. “Lo del plagio a Michelle Obama se sacó de quicio”, asegura Kevin Chomicki, un reciente graduado en Química, mientras a su lado su amigo, Christian Mastriani, un abogado de 23 años, se queja de que se publicaran sus fotos desnuda o que se haya llegado a insinuar que fue chica de compañía. “Por dios, era modelo”, recuerda.

RELACIÓN LÉSBICA

A la hora de hacer insinuaciones o declaraciones insultantes, no obstante, en Berwyn no son todos santos, pero a quien ponen en su diana no es a Melania sino a Hillary Clinton. “Tiene una relación lésbica con Huma Abedin”, asegura sin ningún ápice de ironía Cinda Marturano, una mujer de mediana edad, que asegura que los “pecadillos sexuales de Trump son cosas del pasado y están olvidados”.

Tim Hinkle habla, primero, con su camiseta, en la que se puede leer: “Ojalá Hillary se hubiera casado con OJ”, una referencia a OJ Simpson, el deportista negro que asesinó a su esposa. “Clinton merece el mismo destino porque tiene las manos manchadas de la sangre de los que murieron en Bengasi”, dice este joven de 20 años que ha viajado desde Nueva Jersey para ver a Melania y defiende su prenda como una muestra de libertad de expresión. “Solíamos ser duros pero la corrección política nos ha hecho blandos. Pero Trump ya ha cambiado eso. La gente ya no tiene miedo de decir sus opiniones”.

Melania ya se ha marchado. El discurso dulce también.