UN POLVORÍN EN EL GIGANTE ASIÁTICO

Los uigures, de religión musulmana y raíces turcas, tienen agravios idénticos a los de los tibetanos, pero no logran atraer la atención mundial

ADRIÁN FONCILLAS
PEKÍN

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Dos problemas amargan a la minoría étnica uigur de Xinjiang: la política de Pekín y el desdén global. Los lamentos de los uigures, de religión musulmana y raíces turcas, son un calco de los tibetanos, sus mediáticos vecinos del sur: acusan a Pekín de promover la repoblación de la zona con chinos de la etnia han para disolver su cultura propia, de represión religiosa y de esquilmar sus ricos recursos naturales, principalmente petróleo y gas natural.

Pero los musulmanes cotizan mucho más bajo que los tibetanos en la bolsa de simpatías mundiales. La empresaria Rebiya Kadeer es la líder uigur en el exilio. Llegó a participar en el Parlamento chino antes de ser acusada de fomentar el separatismo y hoy vive en Washington. Aunque ha sido nominada varias veces para el premio Nobel de la Paz, sus esfuerzos por popularizar la causa uigur distan de tener el eco del dalái lama.

Resentimiento

El resentimiento entre la etnia uigur y han es evidente en China, y no solo en Xinjiang, donde los primeros ya son minoría. Los uigures son vistos por los han con una mezcla de miedo y desprecio en todo el país. Incluso el resto de musulmanes chinos suele acusar a los uigures de un exceso de beligerancia que casa muy mal con la armonía social y el respeto debido que ensalza el confucianismo.

La red china hirvió ayer de odio hacia los uigures, con frecuentes llamamientos a aplastar a«los terroristas musulmanes». El Gobierno se está afanando en borrarlos para frenar las tensiones étnicas.

La convivencia entra ambas comunidades está plagada de roces. En Urumqi, ciudad de 2,3 millones de habitantes y capital de la región de Xinjiang, impera una segregación estimulada por el miedo de los han a entrar en el barrio uigur

El incidente que prolongó la revuelta es el último ejemplo: siguiendo la política de incentivos de Pekín, un empresario juguetero había contratado a cientos de uigures en su fábrica de Guangdong, en el otro extremo del país. No tardaron en aparecer los roces con los trabajadores han, quienes los acusaban de robos continuos. Un rumor acerca de la violación de una mujer han a manos de uigures desencadenó una batalla campal que las fuerzas antidisturbios tardaron en sofocar, no antes de que murieran dos uigures.

El resentimiento voló rápidamente a más de 2.000 kilómetros al oeste. La manifestación del fin de semana en Urumqi buscaba recordar a las dos víctimas y pedía castigar a los culpables. China ha anunciado la detención del que propagó el falso rumor. Otros rumores, de un bando y de otro, se habían extendido esta semana en Urumqi.

Xinjiang es una zona rural y muy poco poblada: con una extensión que triplica a la de España, solo cuenta con la mitad de habitantes, unos 20 millones, de los que 8 millones son uigures. En la región anidan fuertes sentimientos independentistas que reivindican la República del Turkestán Oriental. A pesar de su efímera vida en el pasado siglo, ha quedado firmemente grabada en la memoria uigur. Pekín acusa a esos movimientos de terroristas, en especial al Movimiento Islámico del Turkestán Oriental (ETIM), al que vincula con Al Qaeda. El terrorismo uigur ya atentó contra intereses han en vísperas de los Juegos Olímpicos.

Las organizaciones de defensa de los derechos humanos aseguran que China se ha aprovechado de su apoyo a la guerra de Estados Unidos contra Al Qaeda para justificar la adopción de medidas drásticas contra los uigures, incluidos arrestos arbitrarios, juicios a puerta cerrada y la aplicación de la pena de muerte. Un total de 17 uigures fueron encarcelados en Guantánamo; cuatro de ellos fueron liberados recientemente y enviados al archipiélago defaf las Bermudas.