ATAQUE YIHADISTA EN EL MAGREB

"Iban a por nosotros"

Los supervivientes españoles del atentado de Túnez relatan tras desembarcar en Barcelona su traumática experiencia

MARTÍ BENACH / BARCELONA

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«Ya había visitado el museo y estaba fumando en el exterior cuando oí una ráfaga. Creí que eran petardos, pero de pronto, apareció un terrorista y nos empezó a disparar. Cogí a mi mujer y corrimos a refugiarnos. Vi caer a cinco o seis turistas que conocíamos de excursiones anteriores. Fue horroroso».

Miquel Espelt, uno de los turistas españoles supervivientes del atentado de Túnez, no acaba de creerse lo sucedido. Está vivo, como otros muchos, «de puro milagro». Este viernes, tras desembarcar en Barcelona del crucero 'MSC Splendida', era de los pocos en atreverse a revivir la tragedia. «Siempre piensas que te podría haber tocado a ti», dijo. Según el último balance oficial, el atentado ante el Museo del Bardo costó la vida a 23 personas, entre ellos 18 turistas extranjeros y el matrimonio barcelonés formado por Antoni Cirera Dolors Sánchez, de 75 y 73 años, respectivamente, que celebraban con el crucero sus bodas de oro.

Espelt, también vecino de Barcelona, conoció a la malograda pareja durante un viaje que hasta entonces había sido de placer. «Nos habíamos reído mucho, eran una pareja feliz y encantadora, siempre estaban de fiesta», explica. Luego supo que fueron los primeros en morir ametrallados, «cuando ya estaban en el autocar, para regresar al barco, junto al conductor», recuerda abatido.

BALA REBOTADA

Una de las testigos principales de la matanza fue la bielorrusa Galina Vronskays, que estaba en el autocar ametrallado y resultó ligeramente herida en la cara por una bala que salió rebotada. Galina, afincada en el Maresme desde hace años, narró entre lágrimas cómo salvó la vida: «Estábamos sentadas [junto a su hija Victoria] comiendo algo cuando oímos un sonido como si fueran petardos. Giramos la cabeza y vimos a dos personas en las escaleras a las que estaban disparando. Nos tiramos de golpe al suelo», relató. Ahora está convencida de que los terroristas no entraron en el autobús porque no las vieron y porque el asesino «no quería pisar a las dos personas muertas en la escalera», lo que sí tuvieron que hacer ellas para poder refugiarse en el museo.

En su interior, donde los terroristas se atrincheraron en el jardín y tomaron una treintena de rehenes, muchos lograron esconderse en salas y cuartos desconocidos. «Una mujer tunecina nos salvó a un grupo de 20 turistas llevándonos hasta la sala de cámaras de seguridad. Estábamos apretados como en un zulo», cuenta Catalina Ortiz, esposa del alcalde de Vallmoll (Alt Camp), Josep Lluís Cusidó, que también había acudido a la visita.

SILENCIO DE TRES HORAS

«Entre nosotros había una italiana que escondió a sus dos hijos pequeños en un armario», continúa Ortiz, para quien «lo peor de todo fue el terrible silencio, tras los disparos y las bombas, en el que tuvimos que esperar durante tres horas antes de que vinieran a rescatarnos», añade.

Cusidó, mientras, se había extraviado entre la confusión y el pánico por ponerse a salvo y había huido escaleras arriba, «corriendo como nunca», hasta el tercer piso, refugiándose en un balcón mientras veía cómo los terroristas «disparaban a todo lo que se movía», explica. «Había sangre y muertos por todas partes. Está claro que los terroristas iban a matar turistas, no a asaltar el Parlamento». Como el resto de sus familiares, el alcalde de Vallmoll confiesa que desde entonces no ha podido dormir demasiado: «Vi muchos muertos y no pude hacer nada por ayudarlos. No lo olvidaré en mi vida».