Tensión racial en la primera potencia mundial

El grito de la América negra

«Sin justicia no hay paz», protestan los ciudadanos de Ferguson.

«Sin justicia no hay paz», protestan los ciudadanos de Ferguson.

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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Desde hace 25 años, el diputado John Conyers ha intentado que el Congreso de EEUU creara una comisión para investigar el impacto que los 250 años de esclavitud y los 90 de segregación que le siguieron tienen todavía hoy sobre la población negra. Conyers ha bautizado su resolución como HR 40, en referencia a los 40 acres y una mula que se prometió a los esclavos liberados del sur al final de la guerra civil (1861-1865). Pero el debate nacional que ha querido forzar, incluido el posible pago de reparaciones, nunca ha prosperado. Año tras año su iniciativa se ha aparcado en un cajón del Congreso.

Como han demostrado las últimas dos semanas de protestas en Ferguson (Misuri), la fractura racial sigue envenenando la vida de EEUU. El asesinato de un joven negro desarmado a manos de un policía blanco sirvió de detonante, pero no fue más que la gota que colmó el vaso. Ferguson es un síntoma de la realidad que impera en tantos otros pueblos y ciudades. El hostigamiento y la brutalidad de la policía; la pobreza y segregación de los guetos; la inequidad de los tribunales; o la discriminación en varias esferas. Desde que nacen, la sospecha es el compañero inseparable de los negros.

«Si eres negro o hispano no puedes permitirte cometer la misma clase de errores de juventud que la contraparte blanca», escribía Eugene Robinson en The New York Times. Blancos y negros fuman marihuana en porcentajes idénticos, según los estudios, pero los negros tienen cuatro veces más posibilidades de ser arrestados y encarcelados.

«Durante los años de la segregación era la ley la que imponía la separación y la desigualdad. Esas leyes ya no existen pero seguimos teniendo ambas cosas», asegura Michael Higginbotham, autor de The ghost of Jim Crow, un libro que explora el legado de aquel sistema creado para anclar la supremacía blanca, un armazón que no empezó a desmontarse hasta 1965. Sus fantasmas no se han ido. Una de cada cuatro familias negras es pobre. Su paro casi dobla al de los blancos. Sus hogares tienen una renta mediana 22 veces inferior, casi igual que en 1970. Y con la misma formación académica, como les sucede a los hispanos, cobran menos a todos los niveles que los blancos.

Las políticas de pasado siguen determinando los destinos del presente, como sucede con el urbanismo de las grandes ciudades. Hasta los años 60, las políticas federales obligaban a los negros a vivir solo en ciertas zonas. Pero una vez cesaron, la cosa no mejoró demasiado. Fueron reemplazadas por diversas artimañas, como el recurso de las entidades financieras a negarles los préstamos hipotecarios o a estafarlos con créditos predatorios. O las llamadas cláusulas restrictivas impuestas por promotores e individuos para que sus casas solo pudieran venderse a blancos.

Fue así como acabaron de formarse esos guetos de Chicago, Detroit, Filadelfia o Baltimore con índices salvajes de crimen, drogas y pobreza. Un proceso que fue acompañado por el llamado «vuelo de los blancos» hacia los suburbios de las grandes ciudades. Una dinámica en constante mutación. El suburbio de Ferguson pasó de tener el 85% de población blanca en 1980 al 29% en el 2010. «Décadas de políticas racistas de la vivienda por parte del Gobierno, junto a décadas de políticas racistas por parte de las empresas, conspiraron para concentrar a los afroamericanos en los mismos barrios», escribía recientemente en The Atlantic, Ta-Nehisi Coates.

MULTAS / La conducta de los bancos no ha cambiado demasiado. En los últimos años, Wells Fargo o el Banco de América han tenido que pagar multas millonarias por discriminación racial tras demostrarse que estafaron a miles de negros y miembros de otras minorías con préstamos predatorios y subprime, lo que algunos en Wells Fargo llamaban «préstamos del gueto» para «la gente de barro». Miles perdieron la casa.

«Hoy tenemos físicos, astronautas y hasta un presidente negro, pero todavía hay gente que piensa que a los negros hay que mantenerlos en su sitio», opina la jurista Gloria Browne Marshall. Marshall forma parte de la extendida corriente que considera que la policía y los tribunales se utilizan como instrumento para mantener a los negros en lo más bajo del escalafón social.

Lo cierto es que son arrestados de forma desproporcionada. Y por los mismos delitos se les sentencia más a menudo y a penas más largas que a los blancos, según diversos estudios. El resultado es tan dramático que, en algunas grandes ciudades, más de la mitad de los varones en edad de trabajar están en la cárcel o bajo supervisión correccional. Y un dato más: EEUU encarcela hoy a un mayor porcentaje de su población negra que Sudáfrica en los días dorados del apartheid.

«Los negros están cansados de ser ciudadanos de segunda clase en pleno siglo XXI», airea Browne Marshall. «Cada vez veremos más protestas como las de Ferguson y me temo que van a ser más violentas».