PERFIL

Ariel Sharon, el 'bulldózer'

Un derrame cerebral en el 2006 puso fin a su intensa carrera militar y política

EL PERIÓDICO / Barcelona

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Cuando Ariel Sharon sufrió, el 4 de enero del 2006, el derrame cerebral que le dejó en coma durante ocho años, llevaba a sus espaldas una impresionante carrera militar y política. Con Sharon no había término medio y, en Israel, su figura era vilipendiada por unos y venerada por otros. Erigido como uno de los líderes más controvertidos de la derecha nacionalista, algunas de cuyas actuaciones le valieron una lluvia de condenas internacionales, sorprendió a propios y extraños cuando en el 2005 ordenó la retirada unilateral de Gaza y la evacuación de los asentamientos en la franja. Los colonos, cuyo movimiento le tenía por uno de sus estandartes, no se lo han perdonado nunca.

Veterano de todas las guerras libradas por Israel, en las que adquirió una reputación de soldado aguerrido y brillante estratega, ‘Arik’, como era conocido familiarmente, nació el 27 de febrero de 1928 en la Palestina bajo mandato británico, de padres procedentes de Bielorrusia. A los 17 años se alistó en la Haganah, la milicia judía clandestina que fue el embrión de lo que, una vez proclamado el Estado en 1948, se convertiría en el Ejército israelí. En la década de los 50 dirigió una unidad de fuerzas especiales, conocida como Unidad 101, que llevaba a cabo raids de represalia por los ataques de los comandos palestinos que se infiltraban a través de las fronteras de los países árabes vecinos.

En la guerra de Suez (1956) estuvo al frente de una brigada de paracaidistas y ascendió a general. En la decisiva guerra de los Seis Días (1967) estuvo al mando de una división en el Sinaí que jugó una parte esencial en la captura de la península por parte de Israel. Cuando seis años después, Egipto y Siria lanzaron una ataque por sorpresa contra Israel que dio lugar a la guerra del Yom Kippur, Sharon dirigió una división que fue capaz de rodear al Tercer Ejército Egipcio en el Sinaí y dar la vuelta a la situación militar. Pocos meses después, entró en política, ocupó un escaño en la Knesset (el Parlamento israelí), fue asesor de Seguridad del primer ministro laborista Yitzhak Rabin en su primer mandato (1974-77), y en 1981 fue nombrado ministro de Defensa por Menahem Begin, que, al frente del Likud, encabezó el primer Gobierno derechista de la historia de Israel.

Como ministro de Defensa, fue el arquitecto de la invasión del Líbano de 1982 que culminó con la expulsión de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Beirut. La aventura dejó la peor mancha en su currículum, cuando las milicias cristianas libanesas aliadas de Israel asesinaron a cientos de civiles palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, que estaban bajo control israelí. La comisión israelí que investigó el suceso consideró que Sharon tenía “responsabilidad personal” indirecta en la matanza y se vio obligado a dimitir, aunque ello no le impidió proseguir su carrera política y ocupar varios ministerios en sucesivos gobiernos.

El 28 de septiembre del 2000, estando en la oposición, realizó una controvertida visita a la Explanada de las Mezquitas -que para los judíos es el Monte del Templo-, en Jerusalén Este, que se convirtió en la mecha que, tras el fracaso de las negociaciones de Camp David, hizo estallar el polvorín y provocó la segunda intifada (por esa razón, conocida también como la “intifada de las mezquitas”.

En este contexto de violencia y repetidos atentados suicidas palestinos en Israel, Sharon, encumbrado en el liderazgo del Likud, arrasó en las urnas en febrero del 2001 -había concurrido a las elecciones con el eslogan “seguridad y paz verdadera”- y fue reelegido en enero del 2003. Como primer ministro prometió aplastar la revuelta palestina y construyó el controvertido muro de Cisjordania.

Su constitución física corpulenta, la dureza de sus políticas y sus métodos expeditivos le valieron el apelativo de ‘el bulldózer’. Pero el halcón de los halcones había llegado a la conclusión de que Israel no podía mantener todos los territorios palestinos ocupados y preservar el carácter judío y democrático del Estado. Ante la perplejidad de la derecha nacionalista que constituía su base de poder, en el 2005 Sharon obligó al Ejército a evacuar a los colonos de Gaza, desmanteló los asentamientos y, finalmente, ordenó la retirada de las tropas de la franja. Acto seguido dimitió como líder del Likud, creó una nueva formación centrista, el Kadima, y disolvió el Parlamento. Todo indicaba que en los comicios, convocados para marzo del 2006, hubiera sido reelegido con una mayoría cómoda, pero el derrame cerebral truncó su camino.

A la tumba se lleva uno de los secretos más preciados: el destino que reservaba a los asentamientos de Cisjordania. No está claro si tenía en mente repetir la experiencia de Gaza ni hasta donde. Por los mismos motivos que propiciaron la retirada de la franja, quería que Israel se separara de los palestinos, pero dictando Israel las condiciones. Es decir, quería trazar las fronteras.