ENTRE TODOS.. LAS CONTRACRÓNICAS

Un ojo en la CUP y el otro en Podemos

Herrera reivindicó su pedigrí como izquierda alternativa ante un auditorio deslumbrado por las marcas de moda

Herrera, en un momento del coloquio, en el Palau Macaya.

Herrera, en un momento del coloquio, en el Palau Macaya.

JOSE

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El anuncio de abdicación del Rey fue todo un caramelo para Joan Herrera, que menos de 24 horas después tenía que sentarse frente a los lectores con su bandera de la regeneración democrática. La agitó ante un auditorio con el que conectó mucho mejor que sus predecesores en este experimento de EL PERIÓDICO, Artur Mas, Oriol Junqueras y Pere Navarro. Se desenvolvió con soltura y sus interrogadores solo le buscaron las cosquillas con los elogios al fenómeno del momento, Podemos. Sintiéndose como el corredor de fondo que se ve superado -en este caso, por la izquierda- por un esprínter en la última recta, el coordinador de ICV se esforzó en reivindicar el copyright de la izquierda alternativa. Y trató de justificar el auge de Pablo Iglesias con una sentencia: «Lo ultranuevo hace viejo lo que es nuevo».

Los ecosocialistas disimulan como pueden que lo «ultranuevo» les quita el sueño más de lo que aparentan. Podemos ha desvelado a IU como la CUP desveló en su día a ICV-EUiA en Catalunya. Herrera intentó quitarle hierro poniendo el foco en el PSOE: «Los socialistas han perdido dos millones y medio de votos e IU ha ganado un millón». Pero destapó sus miedos metiendo el dedo en el ojo a la CUP: «No presentaron ni una enmienda a los presupuestos de la Generalitat». Y entonó su particular mejor unidos retando a unos y otros a buscar la unidad de la izquierda para demostrar que su objetivo es «derrotar a la derecha», y no la «destrucción» mutua.

En resumen, juntos pero mirándose de reojo, y con la hoja de servicios por delante. Recordó que ellos antes que nadie renunciaron al coche oficial, que el 30% de su sueldo público lo destinan a financiar el partido, que él viaja en metro y que pisa bastante más la calle que la moqueta del despacho. «No me considero casta», zanjó para neutralizar la palabra estrella de Pablo Iglesias.

Más que otros

Hubo más ejemplos: «Nos hemos mojado por la consulta haciendo que un partido estatal [Izquierda Unida] y una candidata a presidir la Comisión Europea, Ska Keller, defiendan el derecho a decidir. Hemos hecho más que algunos que parecen sus únicos defensores».

El debate independentista fue la otra piedra en el zapato de Herrera, que se refugió en la pujolista ambigüedad calculada para, esta vez, no mojarse. Solo dejó de hacer equilibrios en el alambre por unos instantes cuando se le pidió que expusiese su visión del patriotismo. Tras la obligada proclama obrera -«Mi patria es la escuela de mi hijo, son mis derechos»-, y cuestionar que «sea patriótico vender Aigües Ter-Llobregat», se animó a refutar ciertas tesis del secesionismo: «No podemos vender la película de que nosotros solos saldríamos adelante porque no estamos diciendo la verdad». Y confesó que aún tiene esperanzas de que las próximas elecciones arrojen una mayoría de izquierdas más proclive a un «federalismo plurinacional».

Herrera se ganó la bula de los lectores con sus críticas a la derecha por los recortes, a Esquerra por su «complicidad» con CiU, a la banca por su «estafa global» y al ayuntamiento de Barcelona por su «desastrosa» gestión de Can Vies.