CRÓNICA
El rock vanguardista de culto, en el BAM
Michael Rother evocó a Neu!, influyente grupo alemán de los años 70, en la plaza dels Àngels
La parrilla de conciertos del BAM, poblada por nombres de última generación, cedió el lunes por la noche un ilustre espacio a un pionero del rock vanguardista, el alemán Michael Rother, que fue guitarrista de una de las encarnaciones seminales de Kraftwerk (allá por 1971, con pocos testimonios discográficos) y, sobre todo, ideólogo, junto a Klaus Dinger, de Neu!, grupo troncal del llamado krautrock, el rock germánico explorador de los años 70. Una escuela con muchas ramificaciones, que, en el caso de Neu!, se expresó a través de la connivencia de guitarras furiosas e incipientes sintetizadores, con ritmos obsesivos como cimiento, un menú influyente en grupos surgidos en los 90, como Tortoise o Stereolab.
Rother se plantó en la plaza dels Àngels, frente al Macba, dirigiendo un trío completado por otro veterano, Hans Lampe (que fue batería de La Düsseldorf, el grupo creado por Dinger tras Neu!), y un joven fichaje, el guitarrista Frank Bargmann. Entre los tres levantaron de inmediato el característico sonido de Neu!, emparentado con el de la primera versión de Krafwerk, a partir de una base rítmica insistente y monótona, sendas guitarras maquinales y modificaciones melódicas sutiles a través del teclado. Piezas con aspecto de tour de force rescatadas de aquellos álbumes de cuatro décadas atrás, en particular el primero, Neu! (1972), como la larga Hallogallo, o de sus otras tres obras, caso de E-Musik. El grupo lanzó en su día una crítica irónica a la sociedad de consumo, de ahí su nombre, y ahora Rother nos transporta su música sin mayores pretensiones en un formato esencialmente fiel al original.
RETROFUTURISMO / El repertorio se amplió con citas a su otro grupo de los 70, Harmonia (entente con el tándem Roedelius y Moebius, de Cluster), del que revisó una de sus composiciones, Deluxe, de sonoridad homologable. Un rock de ayer que aprendió a integrar la electrónica con ánimo futurista sin llegar a sonar anacrónico. Pese a su revivalismo, resultó un poco más avanzado que el stoner rock progresivo de Wand, joven grupo californiano que, acto seguido, pasó revista a su segundo disco, Golem, entre voces líricas famélicas en falsete, guitarras airadas y un trotón fragmento de The trooper, de Iron Maiden.
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