La situación azulgrana

A solas con Messi

Feliz. Messi, durante la entrevista con este diario.

Feliz. Messi, durante la entrevista con este diario.

MARCOS LÓPEZ / Barcelona

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A Leo Messi le gusta poco hablar fuera del campo. Más bien, casi nada. Se vio en la gala de Zúrich cuando recibió el cuarto Balón de Oro y trazó un «nervioso» discurso, según confesó él mismo, en el que se olvidó, por ejemplo, de evocar las figuras de Tito y de Abidal, superado entonces por la emoción del momento histórico. Tuvo tiempo y, además, memoria para compartirlo, eso sí, con Iniesta, que tenía en la platea del palacio de congresos de la ciudad suiza, y de festejarlo con su mujer e hijo, «lo más lindo que me ha dado Dios».

Después, y una vez de vuelta a la rutina de la competición, EL PERIÓDICO estuvo a solas con la estrella argentina. Y Messi habló de todo en una larga y relajada conversación, junto al campo número uno de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí. Abajo, el césped y arriba, en un pequeño despacho vacío, el chico que vino de Rosario con 13 años convertido ahora, una década más tarde, en un jugador universal, que destroza récords de otro siglo. César, Kubala, Pelé, Müller... Todos han sido devorados, de forma silenciosa, por ese genial delantero, de apenas 25 años, que hace tiempo que dejó de mirar a la historia para hacerla en casa partido que juega. No hay noche de fútbol en la que Messi rompa algún registro, producto de un fútbol que causa un asombro infinito.

Barça, Thiago, Argentina....

En esa cita, la estrella repasó esos nervios que le acompañaron hasta que escuchó a Fabio Cannavaro, el defensa italiano, pronunciar su nombre. Habló también del Barça, de la transición de Guardiola a Tito, de Thiago, el hijo que nació a inicios de noviembre y que le ha cambiado la vida, de Argentina, esa selección donde ahora sí le quieren tanto como en el Barça, pero sin olvidar los atormentados tiempos de críticas, reproches y dolor que llegó a padecer con la zamarra albiceleste. Se detuvo Messi en su futuro, ligado al Barça hasta el 2018, y en lo que será de él cuando abandone la pelota. No se sabe cuándo, pero expresó un deseo. Un sueño que descubrirán ustedes mañana.

Partiendo todo de la noche en que sus manos acogieron el cuarto Balón de Oro, un hito jamás conseguido por ningún otro futbolista en la historia. Cruyff, Platini y Van Basten, los tres tienen tres pelotas doradas, lo miran ya desde abajo. En el trono, está solo Messi. «Si ganar un Balón de Oro es increíble, imagina cuatro ¡y seguidos! No me lo esperaba», explica en la entrevista.

En esa charla a solas con Messi, se retratan los nervios de un joven que ha madurado. Y no tan solo en el campo. Nada queda de aquel jugador que pretendía ser Messi en cada regate como si solo le valiera marcar un golmaradoniano. De eso han pasado ya cinco años. Ahora, en cambio, Messi es cada día Messi, transformado en un jugador que parte de la posición de falso nueve para inundar todas las áreas del campo. Y en ese viaje evolutivo al que no se adivina fin ha recolectado cuatro Balones de Oro (2009, 2010, 2011 y 2012), aquellos que exhibió el pasado miércoles en el césped del Camp Nou.

De esa tensión, del llamativo traje de Dolce Gabanna, que eligió de su armario, un signo de«atrevimiento», según recalcó el presidente azulgrana Sandro Rosell, de la fiesta íntima con su círculo familiar más restringida y del impacto que ha tenido Thiago, su hijo, también reflexiona con calma la estrella. Por una vez, Messi discrepa de Jorge Valdano, el exdirector deportivo del Madrid.«Es un argentino que no le tiene aprecio a las palabras. Él habla con los pies y es con la pelota cuando se siente más cómodo. Ese es su hábitat», dijo en su cita semanal con la Cadena SER.

Ambición sin límites

En la semana en que besó ese balón y se lo ofreció al barcelonismo, Messi quiso explicar sus nuevos retos. Desafíos, algunos de ellos que no están escritos en ningún lugar, que nacen de su necesidad de no detenerse. No para nunca. Ni con cuatro Balones de Oro en su casa. Siente que todavía le falta algo. Y no es solo un Mundial con Argentina, el de Brasil en el 2014, queda a la vuelta de la esquina. En menos de año y medio. Lo que mueve a Messi, como confesó a este diario, es esa ambición sin límites, ese fuego interior que no se extingue.

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