Messi acompleja al Arsenal

El genio azulgrana encarrila el pase del Barça a cuartos con dos goles y anota el tanto 10.000 de la historia del club

Messi celebra el segundo gol del Barça marcado de penalti

Messi celebra el segundo gol del Barça marcado de penalti / periodico

JOAN DOMÈNECH / LONDRES

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Habrá quien crea en los poderes mágicos de pronunciar la palabra abracadabra. Pero no hay nada más real que un ser humano llamado Leo Messi que encierra en su cuerpo, eso sí, un procesador sobrenatural del que existe constancia por las obras que va dejando por el camino. Nada se interpone en ese trayecto que emprendió hace años hacia la eternidad, rompiendo récords, tabús y rachas ajenas.

¿No había ganado nunca el Barça en el campo del Arsenal? Messi lo hizo posible ¿No le había marcado nunca a Cech? Dos goles por respuesta ¿Había crisis con los penaltis? Transformado ¿Existen dudas sobre el gol 10.000? Se ha logrado, se cuente como se cuente. ¿Ilusiona ser el equipo más invencible y superar al Madrid de Beenhakker y la Quinta del Buitre? El 33º partido invicto, a uno de igualar el récord.

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Todo eso, que en el fondo es accesorio, confluyó de golpe en la reaparición del campeón de Europa, que paseó su supremacía ante un Arsenal que se quedó, otra vez, acomplejado y con un palmo de narices. Abracadabra. El equipo de Berlín reapareció en Londres de camino hacia Milán y no hizo más que recortar la distancia que le separa de la final ahorrándose el esfuerzo de la vuelta con un resultado virtualmente definitivo. Anoche demostró que el aspirante a revalidar el título y marcar otra muesca a su leyenda, tampoco anda lejos del que se coronó en junio. Es el mismo.

OCHO MESES DESPUÉS

Ocho meses ha tardado Luis Enrique en repetir el once que le coronó en Europa. No pudo hacerlo antes por diversas circunstancias. No le ha ido del todo mal hasta ahora. Tal vez sea la mejor combinación posible, pero no garantiza nada, por más que el 0-2 somete al Arsenal a un partido de trámite en el Camp Nou. O a una noche angustiosa. Más que la de ayer, decepcionante y deprimente porque le demostró que ese equipo sí que está lejos.

El equipo de Berlín salió a buscar la corona; el del Emirates, gestionó la primera parte de la eliminatoria, que es muy distinto. Nada de salir a tumba abierta, ni de impresionar al rival. Ni siquiera hubo la voluntad de someterlo en el juego; en cualquier caso, el Barça conservó el deseo de dominar la pelota para dictar los acontecimientos que pudieran producirse en el césped. Que no pasara nada no fue algo que incomodase al Barça.

TODOS BOQUIABIERTOS

Solo Messi escapó al férreo control que quiso ejercer el equipo. Como su cerebro no se somete las leyes humanas, ni mucho menos a la lógica, las cuatro cosas que arrancaron bramidos fueron suyas. La mayoría, diagonales que tiró desde la derecha hacia adentro, donde le esperaban todos: medio Arsenal, Suárez y Neymar. Le esperaban para ver sus trucos y así de embobados se quedaron. Boquiabiertos, de nuevo, cuando tiró a Cech con un amago en el 0-1 y de engañarle en el penalti del 0-2.

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Messi huyó de la banda y de Monreal. Neymar, en cambio, se escapó pocas veces de Bellerín, que si supera la prueba de la vuelta habrá sacado nota para volver un día al Camp Nou. Solo faltaría comprobar la calidad de sus centros y compararlos con los de Alves para sellarle el aprobado.

CARRERA AL BAR

Mientras tanto, Suárez se pasó la mayor parte del tiempo emparedado entre Mertesacker y Koscielny y pese a su inferioridad física y numérica, pudo zafarse de la vigilancia para cabecear al filo del descanso, antes de que comenzaran las carreras hacia los bares. Los cafés calentaron más a los espectadores que el fútbol.

Fue un cornetazo, el de Suárez, más claro que el doble intento de Giroud y Chamberlain en el área de Ter Stegen, tan ocioso como Cech en la fase inicial. También los futbolistas se metieron varios cafés entre pecho y espalda. Seguramente más densos y sabrosos a tenor de su salida del vestuario.

Alguien debió decirle a Neymar que ante él, una estrella mundial, tenía un excadete del Barça. No le había encarado ni un vez en el primer tiempo. Y en apenas diez minutos se plantó ante Cech. Falló, como luego falló Suárez, al estrellarse con el poste. En el fondo, fue un resumen de lo que es el tridente: una combinación letal que empieza siempre con el mismo nombre con el que se recita. 

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