Que lo sepan: en la F-1, no gana Verstappen, el que gana se llama Newey

A 350 Km/h con Emilio Pérez de Rozas

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Emilio Pérez de Rozas

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El Mundial de F-1 empieza y acaba hoy para, tal vez, desilusión de millones y millones de seguidores. En cuanto se apague el primer semáforo de la temporada, en Baréin (16.00 horas, DAZN F1), el mundo sabrá quién es el próximo campeón del mundo.

Aquellos que se frotaron las manos el jueves cuando vieron sestear a Max Verstappen a los mandos de su nuevo Red Bull RB20, empezaron a sentirse los personajes más ridículos del lugar cuando comprobaron ayer que el holandés lograba, de nuevo con una mano, la 33º ‘pole position’ de su carrera camino, hoy, de su 55ª victoria.

Horner se queda

La única esperanza para el presente y el futuro inmediato de la F-1 se desvaneció cuando la investigación independiente abierta por Red Bull para saber si Christian Horner había tenido o no un comportamiento inadecuado con una trabajadora del equipo, decidió que su jefe de equipo era inocente de todo lo que le acusaban. Si Red Bull hubiese despedido a Horner, con él se hubiera tenido que marchar el ‘mago’ del diseño, Adrian Newey. Absuelto Horner, Newey seguirá haciendo travesuras con su lápiz.

En la F-1, todo el mundo sabe, pese a considerar a Verstappen un grandísimo campeón, que el que gana las carreras y cosecha títulos es Newey, que siempre va dos o tres pasos por delante del resto de diseñadores. Es más, la superioridad del Red Bull es tan bestia que el bicampeón del mundo, Checo Pérez, segundo en el 2023, es decir, campeón si le hubiese pasado algo a Verstappen, quedó a 290 puntos de su jefe de filas, que le dobló en puntos. Un auténtico escándalo.

Verstappen, piloto de Red Bull

Verstappen, piloto de Red Bull / Europa Press

La F-1 también sabe, aunque no se pueda demostrar, que, como poco, otros siete pilotos de la actual parrilla serían capaces de ganar con la misma facilidad que gana Verstappen si pusiesen el RB20 en sus manos: Lewis Hamilton, Fernando Alonso, Charles Leclerc, Lando Norris, Carlos Sainz, Óscar Piastri y George Russell.

Eso lo sabe hasta el propio Verstappen, que disfruta, año a año, de las invenciones ideadas por Newey, que se hace el loco, el viejo, el chalado, paseándose por el ‘paddock’ de la F-1 con un maletín Unbranded viejo, con el cuero rozado, desgastado, donde, probablemente, solo lleve un lápiz, una goma de borrar y cinco cuartillas de papel para dibujar con un gramaje de 200 g/m2.

Dos pasitos más

Todos los monoplazas de F-1 de este año tienen un aspecto fantástico. Todos han evolucionado un montón. El problema es que Newey ha vuelto a ganarles a todos por la mano y su Red Bull vuelve a estar dos (o tres) pasos por delante, en ideas, soluciones aerodinámicas y rendimiento. Allí donde estaba Red Bull, han llegado Mercedes, Ferrari, Aston Martin…el problema es que Newey se ha movido y, de la mano de Newys, ha dado dos (o tres) saltos más. Siempre van con retraso respecto al mago del lápiz.

Cuando Checo Pérez estrelló, el pasado año, su Red Bull en las calles de Mónaco y los comisarios se vieron en la necesidad de elevar con la grúa su monoplaza para sacarlo de la pista, decenas de fotógrafos (de equipos y privados) fusilaron, con miles de disparos, la panza, el fondo plano del coche de las bebidas energéticas.

Y todos los diseñadores rivales se llevaron las manos a la cabeza al comprobar, a través de las fotos, que Newey era un adelantado a su tiempo y a los diseños de los demás, pues descubrieron que ese fondo plano estaba surcado por conducciones de aire en tres dimensiones, cuando ellos, los otros, los demás, lo hacían ‘solo’ en dos dimensiones.

Alonso , piloto de Aston Martin

Alonso , piloto de Aston Martin / Europa Press

Y es que la aerodinámica, que empieza a ser cuestionada ya en MotoGP, pues, con tantas alas y apéndices aerodinámicos, están acercando las motos a los monoplazas, es lo que diferencia actualmente a un coche ganador (o campeón) del perdedor.

El truco, al menos el de Newey, es que es el único diseñador capaz de hacer circular el aire por debajo del coche de tal manera que provoque un ‘efecto ala invertida’, que hace que el monoplaza se pegue al asfalto, aumente su velocidad punta, mejore el agarre y conserve los neumáticos. Los motores, todos iguales pues está capada su evolución, ya no son decisivos en la F-1.

Herramientas prodigiosas

Newey se pasa el día dibujando trucos, que enseña a los más de 100 ingenieros que tiene en su departamento de competición. Y esos chavales le dan vueltas a las cosas sin miedo a equivocarse, incluso discuten con el jefe. Al lápiz, al diluvio de ideas y soluciones del ‘mago Newey’, se añade, en el caso de Red Bull, dinero infinito para I+D, el mejor túnel del viento y, sobre todo, el mayor ordenador de la F-1, que lleva hasta la máxima expresión la dinámica computacional de fluidos, con la que las simulaciones son perfectas.

El Red Bull es una obra maestra cada año. No gana Verstappen, gana Newey, que ni siquiera pestañea cuando uno de sus ingenieros de cabecera, una de sus manos derechas, Dan Fallows, le abandona y se va a Aston Martin. A lo sumo, pensaría Newey, se llevará un pendrive, pero no le arrebato el maletín desgastado que pasea por el ‘paddock’.

Cuando uno es un ‘ser superior’, cuando uno es inventor, genio y mago, un adelantado a su tiempo, no teme que cualquiera de sus alumnos le destrone. Cuando ellos van, Newey ya ha vuelto.

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