'FRIDAYS FOR FUTURE'

El perfil de los nuevos ecologistas

La nueva generación de activistas integra en sus reivindicaciones mensajes del feminismo, animalismo, veganismo e incluso del anticapitalismo

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Valentina Raffio

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Son jóvenes, comprometidos y con ganas de cambiar el mundo. Este viernes, una nueva generación de ecologistas ha salido a la calle para pedir medidas más contundentes contra el cambio climático. Su discurso es claro, tajante, sin medias tintas. Su objetivo, revolucionar el sistema de arriba abajo para acabar con todo aquello que nos ha llevado al actual estado de emergencia climática y salvar así el planeta. Son los activistas de la 'generación millennial', agrupados ahora bajo el movimiento internacional ‘Fridays for future’, un fenómeno cuya magnitud ya ha superado la de muchas oenegés tradicionales y cuya semilla fue plantada por la ya célebre estudiante sueca Greta Thunberg.

La nueva revuelta ecologista destaca porque tiene los ojos, la voz y el corazón de los adolescentes. Sus precursores, de hecho, son jóvenes anónimos, con demasiados pocos años para haberse labrado una reputación como activistas consolidados. Tienen edades comprendidas entre los 16 y los 25 años. Son, en su mayoría, estudiantes de formación muy diversa que aún navegan entre el instituto y la universidad. Todos ellos, eso sí, se definen como personas comprometidas con el medioambiente y la justicia social. Su discurso surge de lo emocional, lo racional y lo analítico. Y es por eso que son, por encima de todo, personas con el suficiente espíritu crítico como para saber que no se ha hecho suficiente para acabar con las injusticias climáticas.

Tienen entre 16 y 25 años y un amplio sentido de justicia social

Las voces más potentes y decididas de la nueva reivindicación ecologista provienen de mujeres, que en muchos casos han tomado las riendas de las organizaciones locales de la iniciativa. En sus gritos, la lucha del movimiento ecologista se une a la de otros movimientos sociales transversales como el feminismo, el animalismo, el veganismo (en sus diferentes variantes) o incluso el anticapitalismo. El problema, dicen, está en el sistema actual, que oprime los derechos de unos en beneficio de otros. La solución, en todos estos casos, pasa por una revolución estructural que revierta las normas del juego. De ahí que todas las luchas confluyan en los cánticos del ya conocido como ‘15M climático’, un fenómeno que en muy poco tiempo ha logrado captar la atenta mirada de todo el mundo.

La generación del cambio

Los nuevos activistas contra el cambio climático que este mismo viernes han inundado las calles de las principales capitales del mundo destacan ahora como una generación empoderada. Se trata de jóvenes que han crecido con el calentamiento global como un peligro omnipresente pero abstracto. Un fenómeno sin consecuencias demasiado graves para causar alarma. En sus móviles, en cambio, han descubierto el otro lado de la historia, el de la ‘emergencia climática’. Un panorama que, a diferencia de lo que habían oído hasta el momento, llamaba a la acción inmediata. Y, a partir de ahí, la militancia. Primero en redes sociales (empezando por WhatsApp, desde donde se organizan, y poniendo el altavoz en Facebook, Twitter e Instagram) y ahora en las calles.

Esta nueva insurrección verde ha llegado para hablar claro sobre quiénes son los responsables del cambio climático y qué podemos hacer cada uno de nosotros para acabar con el fenómeno que está poniendo en riesgo la supervivencia de todo el ecosistema. Argumentan que las empresas son las responsables de la gran mayoría de la contaminación, sobreexplotación y desperdicios que están acabando con los recursos del planeta. Los políticos, culpables de no plantarse para evitar esta situación. En sus gritos, esta nueva generación de activistas relaciona todo esto ciclo tóxico con el capitalismo

Organizan su militancia en las redes sociales para después llevarla a las calles

La solución a este problema, reclaman, pasa por cambiarlo todo. Por concienciar a la ciudadanía de la importancia que tiene conservar la vida, en todas sus formas, que habita en el planeta Tierra. Esto pasa por pequeños grandes cambios en el día a día que a corto y largo plazo puedan marcar la diferencia. La cesta de la compra, mejor de kilómetro cero. El transporte, siempre la opción que contamine menos. La ropa, de comercio justo, con materiales sostenibles y, si hiciera falta, incluso de segunda mano. Es decir, todas aquellas medidas que podamos tomar para intentar reducir al máximo nuestra huella ecológica, el índice con el que se mide el impacto de la actividad humana sobre el medioambiente. El objetivo, garantizar que exista un futuro. Sin matices.