ENTREVISTA

David Tilman: "Una dieta sana reduce los gases de efecto invernadero"

David Tilman, en pasado viernes en Barcelona.

David Tilman, en pasado viernes en Barcelona.

MARÍA G. SAN NARCISO / BARCELONA

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La pérdida de la biodiversidad y su repercusión en la estabilidad de los ecosistemas es un tema que ha preocupado durante años al ecólogo David Tilman (Illinois, EEUU, 1949). Sus estudios en este campo le han hecho merecedor este año del premio Ramon Margalef de Ecología, que otorga la Generalitat desde el año 2004. Un galardón que, según dice, no esperaba recibir, y que se le concede en reconocimiento a toda una trayectoria de investigación científica en la que ha aportado nuevas ideas al campo de la ecología, abriendo vías de estudio a otros expertos.

-¿Cómo se puede frenar el avance de las especies invasoras?

-Con una mejor regulación. En EEUU, a no ser que una planta esté en nuestra lista de especies invasoras, se puede importar y plantar sin ningún control. El principal problema con esto es que pueden llevar enfermedades que afecten a las especies locales. En el este de EEUU se extinguieron los castaños por la importación de otros europeos que estaban afectados por una plaga. Y lo mismo ocurre con los anfibios de todo el mundo a raíz de su comercialización como mascotas.

-Falta conciencia del problema.

Sí. Y afecta a muchas especies.

-¿Hasta qué punto son las invasoras las culpables de la pérdida de la diversidad de especies?

-Desde luego es uno de los factores que contribuyen. Sin embargo, creo que la modificación del hábitat y el cambio climático son elementos aún más importantes en la extinción. Contribuyen más.

-Según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en el último siglo se ha extinguido el 75% de la diversidad agrícola. ¿Qué consecuencias tiene esto?

-El mayor de los problemas es que así se termina con la diversidad genética, que sirve para que las plantas sean capaces de adecuarse al hábitat y sobrevivir a las adversidades.

-¿Cómo hemos llegado a esta situación?

-La Tierra ha pasado de estar habitada por mil millones de personas a contener siete mil millones. Somos más ricos, compramos más, contaminamos más. Tenemos una vida increíblemente energética. Si volviésemos la vista cien años atrás veríamos que las vidas de aquellas personas eran mucho más simples, sencillas. Ahora controlamos todo lo que pasa con el resto de especies, tenemos en nuestras manos el futuro de la Tierra. Los científicos como yo estamos intentando saber dónde estamos y hacia dónde vamos.

-¿Es posible revertir la situación?

-La parte divertida es que conocemos las soluciones para todos los problemas importantes a los que nos enfrentamos, pero hay que aplicarlas. Sabemos que se podrían utilizar más energías renovables. O que una dieta sana sirve para tener buena salud y también reduce los gases de efecto invernadero. Lo que comemos tiene el doble de impacto sobre el calentamiento global que el combustible de los aviones.

-¿Sería posible cambiar la producción alimenticia?

-Ni siquiera hace falta cambiarla. En Europa, los campesinos usaban una gran cantidad de fertilizantes pensando que así iban a tener más cosechas, hasta que llegó una directiva en 1995 que reguló las cantidades máximas. Ahora ven que usando menos están consiguiendo mejores cosechas.

-Desde que se recogen esas cosechas, hasta que llega el alimento a nuestros platos, hay un largo camino. El transporte también contamina. ¿El consumo local ayudaría?

-Eso importa muy poco. Tan solo un 4% de los gases de efecto invernadero que derivan de la producción de la comida viene del transporte. Hay muchas razones para impulsar el consumo local pero esta no es una de ellas. Es más importante saber cómo se produce la comida. El óxido nitroso que desprenden los fertilizantes contribuye 200 veces más al calentamiento global que los coches que circulan ahí fuera.

-Con todo este panorama, ¿es usted optimista?

-Totalmente. Ahora sabemos mucho más sobre lo que hacemos mal. Hemos de intentar que todo el mundo que lea estos datos se convenza de que haciendo algunos pequeños cambios en su forma de vida el mundo podría mejorar un poco. Si eso pasa, poco a poco en los próximos 20 o 30 años todo estará bien.