Gobernanza inteligente

Dos grandes tendencias afectan a las ciudades: la creciente y rápida urbanización de la población mundial y la digitalización, que está cambiando el mundo. Ambos desafíos convergen en uno único: la gobernanza inteligente.

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Últimamente se habla mucho de ciudades inteligentes. El presidente Barack Obama anunciaba un plan nacional con más de 160 millones de dólares para el desarrollo de ciudades inteligentes en EEUU. La UE ha puesto en marcha distintos programas al respecto en el marco H2020. Y en el IESE participamos en un proyecto dirigido desde Estocolmo, en el que participan Colonia y Barcelona: el GrowSmarter; y en la elaboración de la propuesta, ya en segunda fase, de otro proyecto. España no se queda atrás con su plan nacional de ciudades inteligentes. Hay buenas razones para este interés, plasmadas en dos grandes tendencias que afectan a las ciudades.

Por un lado, el gran reto que representa la creciente urbanización y su rapidez. Algunas estadísticas hablan de que del 50% de población mundial urbanizada en el 2008, pasaremos al 70% en el 2050. Teniendo en cuenta el crecimiento esperado de la población, esto representa urbanizar a unos 3.000 millones de personas en poco más de 40 años. Casi el mismo número de personas urbanizadas en toda la historia de las ciudades. Un gran reto que afecta de forma desigual a ciudades en el mundo desarrollado, más urbanizado, y en países emergentes, con un tremendo crecimiento urbano.

La otra gran tendencia es la digitalización, que está cambiando el mundo. El tremendo aumento de la conectividad conlleva un brutal incremento en la densidad digital y permite la emergencia de nuevos modelos de negocio en todas las actividades, incluidas las ciudades. La tecnología nos permite hacer las cosas mejor, de forma más eficiente, aplicando inteligencia a las ciudades y sobre todo al gobierno inteligente de estas. Así pues los dos retos convergen en uno único: la gobernanza inteligente para las ciudades.

Las ciudades hace tiempo que experimentan con iniciativas inteligentes, normalmente en campos donde la ciudad específica tiene un problema a solucionar. Iniciativas como la gestión inteligente del tráfico o la eficiencia en el iluminado público son relativamente fáciles de poner en marcha, ya que su responsabilidad recae en unidades verticales bien organizadas en la mayoría de ciudades. Así, una ciudad puede sustituir la iluminación incandescente por tecnología led y ahorrar por encima del 40% del consumo energético, siendo bastante superior si a la vez se instalan sensores que detecten vehículos o peatones para iluminar mejor el espacio temporalmente. Se puede pensar que se trata de una solución poco inteligente, pero representa un gran ahorro para los ayuntamientos cuyos presupuestos tienen serias limitaciones. Muchos ayuntamientos añaden fórmulas de financiación con un proveedor del servicio, que recupera su inversión con una parte del ahorro, con lo que el ayuntamiento puede poner en marcha este cambio sin aumentar su nivel de endeudamiento.

Otro campo importante es en los datos abiertos. Este movimiento liberalizador de datos públicos ha empujado a los ayuntamientos a un uso más efectivo de la tecnología en la prestación de servicios y a un claro movimiento hacia la administración electrónica. Pero también, ha permitido la emergencia de nuevos modelos de negocio y aplicaciones desarrolladas por emprendedores y que se difunden rápidamente de ciudad a ciudad. Aparecen aplicaciones que nos buscan aparcamientos; que identifican la seguridad de algunos barrios; que clasifican los restaurantes por su nivel de higiene; o que identifican espacios vacíos con la mejor localización para su negocio.

Los nuevos modelos de negocio también emergen sin datos abiertos, pero se benefician de este entorno. Modelos de car-sharing o car-pooling, aplicaciones como Uber o Airbnb, revolucionan la forma en que organizamos las actividades en las ciudades. Estos mecanismos de economía colaborativa muestran que las cosas pueden cambiar conforme profundicemos en el potencial de la tecnología para apoyar un gobierno smart. Quizá pronto podamos tener coches eléctricos con conducción autónoma y modelos de sharing que revolucionen la movilidad en las ciudades.

Pero, ¿qué requiere una verdadera gobernanza inteligente en las ciudades? Entre otras cosas, el diálogo con los stakeholders de la ciudad y una planificación estratégica a largo plazo. Pero esta combinación es difícil, ya que deben ser compatibles con la elección periódica de los gobernantes o la diversidad de intereses de los distintos stakeholders. Aunque ambos son fundamentales para construir una ciudad inteligente y compartir una visión de ciudad sostenible inclusiva, próspera y que vaya más allá de los intereses individuales.

La colaboración es vital para ello y las ciudades experimentan con distintas fórmulas de partenariado público-privado. Así, infraestructuras y servicios públicos pueden beneficiarse de la financiación, eficiencia y competitividad de la empresa privada, sin perder su naturaleza, control y regulación pública. Además, la colaboración debe incluir a las personas, emprendedores y a las nuevas fuentes de innovación, como la economía colaborativa. El individuo es parte de la solución a problemas comunitarios.

Pero avanzar en la inteligencia de las ciudades también requiere integración, conectar y aprovechar interdependencias, dentro y fuera de los ayuntamientos. Y estos ayuntamientos, muchas veces tienen silos históricos que dificultan la integración o múltiples barreras a la colaboración metropolitana o regional que hay que eliminar.

Barreras al desarrollo

Por último, se necesita entender el impacto de la digitalización. La necesidad de infraestructuras TIC esenciales, de sensorización y de interconexión, lo que implica inversiones y dependencia de las empresas tecnológicas que venden soluciones. Un mundo difícil, que se hace más complicado en el desarrollo de nuevos modelos de negocio basados en esta tecnología, que permitan hacer las cosas de forma distinta. Sin la idea de negocio, no entiendes qué tecnología necesitas. Sin la tecnología, no entiendes qué modelo nuevo de negocio debes poner en marcha. Si lo entiendes, parece arriesgado ponerlo en marcha. Y así emerge una gran barrera al desarrollo de ciudades inteligentes.

Desarrollar ciudades inteligentes tiene un gran potencial, pero también tremendas barreras en la búsqueda de la visión compartida; en la ejecución de actividades que nos acerquen a esta visión, con integración y colaboración; y en el despliegue de infraestructuras y nuevos modelos de negocio, que hagan factible el cambio. ¿Estamos preparados para la gobernanza inteligente que se precisa? Quizá como ciudadanos debemos pensar en cómo elegir el liderazgo adecuado para este reto.