PERFIL

¡Duro con ellos, Noemí!

A la directora de la Academia de 'OT' se le agolpan los problemas: al despido de Itziar Castro y la polémica por "cagarse" en la bandera de la Falange se suma la rebeldía de los alumnos

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Ramón de España

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El personal anda muy suelto últimamente. Suelto de vientre, de boca y hasta de nariz: Willy Toledo se caga en Dios, la Virgen y todos los santos ; Valtònyc pide que le envíen a Bélgica banderas españolas para limpiarse a gusto el trasero; Dani Mateo se suena en la enseña nacional y un poco más y lo linchan… 

Noemí Galera (Barcelona, 1967), directora de la Academia de 'Operación Triunfo', no ha llegado a tanto, pues se ha limitado, hasta el momento, a ciscarse en la Falange –con la consiguiente protesta de los representantes de ese pilar de la democracia que es la agrupación creada en los años 30 por José Antonio Primo de Rivera– y a repartir unos chorreos de órdago a los participantes en la última edición de tan irritante concurso. Parece que este año le han tocado a la pobre Noemí unos niñatos malcriados que acaban con la paciencia de un santo: una noche de jolgorio se les fue la olla, hicieron el animal sin tasa y hasta arrojaron objetos por las ventanas de la casa donde moran a la espera del ansiado triunfo; les cayó la lógica bronca, pero en vez de achantarse y reconocer que son unos mostrencos, se rebotaron y se tiraron por el suelo porque se les había prohibido acceder a sus cuartos antes de las 22.30 horas; ante semejante actitud, la sufrida Noemí tuvo que demostrarles de nuevo quién manda allí, mientras algunos de ellos la acusaban de una preocupante falta de empatía.

Traición a la música pop

¿Falta de empatía? ¡Yo les hubiera dado de latigazos! Pero, claro, yo no soy Noemí Galera. Ella ama 'Operación Triunfo' y yo lo detesto desde que empezó. ¿Por qué? Pues porque constituye una traición a todo lo bueno y noble que nos ha dado la música pop: la novedad, el ingenio, una cierta rebeldía juvenil (o simples ganas de tocar las narices, que también me vale), una voluntad de hacer evolucionar la música popular…O sea, todo lo que no encuentras en esa pandilla de cantantes de karaoke que salen en 'Operación Triunfo', una gente a la que sus amigos les han dicho que cantan muy bien y que, con un poco de suerte, se pueden forrar haciendo versiones malas de canciones que ya lo eran en su versión original. 'Operación Triunfo' es lo más anti-rock que se pueda imaginar, y a las pruebas me remito: pensemos en los triunfadores del programa, en esa Rosa de España (no somos familia) que enviamos a Eurovisión, en ese David Bisbal que salta y brinca y canta unas simplezas desoladoras, en ese Bustamante que te deja con la impresión de que no habías oído nada más indignante en tu vida hasta que descubres la obra de Manu Tenorio

Casi beatífica

Puede que haya quien considere a Noemí Galera una estricta dominante, pero yo la veo como una mujer de una bondad rayana en lo beatífico. No podría meterme en sus zapatos sin que me diera un ictus. Pero ella aguanta lo que le echen, y este año le han echado la peor cosecha de toda la larga historia del programa de marras. 

¡Yo les hubiera 
dado de latigazos!
Pero, claro, yo no
soy ella, que ama 
'OT'. Yo detesto el 
programa desde 
que empezó

Es normal que, de vez en cuando, pierda los estribos y les pegue la bronca a los 'triunfitos'. A fin de cuentas, esta mujer –que debutó en la tele como concursante de 'Amor a primera vista', en TV-3– lleva muchos años metida en asuntos relacionados con la música (o algo parecido) y fue jurado de 'Mira quien baila' y de 'Tú sí que vales'. Ella solo espera un poco de agradecimiento y de disciplina por parte de sus alumnos, pero lo único que recibe es insubordinación y vagancia. Espero que le paguen bien, ya que Noemí es una mujer casada (con el músico Arnau Vila, director musical de 'Tu cara me suena') y madre de dos hijos (Aina, de ocho años, y Lluc, de 6), por lo que intuyo que preferiría estar con su familia y que, si le tiene que sonar los mocos a alguien, por lo menos que sea a uno de sus vástagos.

Hay programas que, pasado el tiempo, adquieren la condición de antigualla. El dudoso mérito de 'Operación Triunfo' estriba en haber sido una antigualla desde el principio.

En ese sentido, está en la misma línea que el festival de Eurovisión –un evento que solo capta el interés de algunos frikis y de un sector del colectivo gay–, pues va en dirección contraria a la realidad, donde cada día aparece alguien que intenta ofrecer algo nuevo al oyente; en 'Operación Triunfo' están atrapados en una burbuja viejuna a medio camino entre el festival de Benidorm y los programas de variedades de la televisión franquista: ¡solo les falta un holograma de Franz Joham para que la jugada les salga redonda!

'Gran hermano' es menos ofensivo porque lo habitan vagos en busca de fama, mientras que Operación Triunfo acoge a gente que, en su delirio, cree tener algo que ver con la música pop. ¡Duro con ellos, Noemí!