LA CRISIS DE LOS CUIDADOS

¿Quién te cuidará en el 2060?

En las próximas cuatro décadas, un tercio de la población tendrá más de 65 años, lo que obliga a reorganizar y dignificar el hecho de dar y recibir cuidados

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Núria Marrón

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Cosas que le han pasado a Pilar, cuidadora de atención domiciliaria a personas dependientes. Que un anciano la manosee y le ofrezca dinero a cambio de sexo. Que al abrir la nevera de una familia vea que no hay nada –"y nada es absolutamente nada"– y baje a grandes zancadas a la parroquia, a ver si puede lograr alguna cosa. O que después de haber estado limpiando la casa de una persona con síndrome de Diógenes vuelva al día siguiente y esté igual que el anterior. Cabe decir que estos tres episodios de Pilar son solo eso, tres episodios en un trajín de levantar, limpiar y vestir a personas impedidas, de brindar afecto y cuidados, y de poner a prueba el callo emocional de pasarse toda la jornada «entrando y saliendo de problemas y en una situación laboral de precariedad».

El perfil de cuidador familiar es mujer y tiene una media de edad de 66 años

Pilar es una de las 4.000 empleadas («el 95% son mujeres») de atención domiciliaria que los ayuntamientos catalanes han externalizado en Catalunya, un sector en el que abundan, recuenta María Jesús Sereno, de CCOO, los contratos parciales por 600 euros brutos al mes, la soledad y los achaques «sobre todo musculares» derivados del trabajo. No obstante, subraya, la mayor parte de ese andamio invisible que sostiene la vida de las personas dependientes recae en mujeres aún más precarizadas: trabajadoras a menudo pagadas en negro que «cobran 800 euros por jornadas de más de 12 horas»–muchas de las cuales dejaron a sus familias en sus países de origen, lo que se conoce como las cadenas globales de cuidados– y, sobre todo, hijas y cónyuges con una media de 66 años, muchas veces abandonadas por el sistema y para quienes atender a mayores y enfermos puede acabar siendo un acto  monstruoso.

'Cuidatoriado'

Es lo que la socióloga María Ángeles Durán llama el cuidatoriado: mujeres expropiadas de su tiempo, sin remuneración ni derechos, con achaques y cuya situación arroja un orden del día de imperiosa resolución. ¿Cómo puede ser que cuatro de cada 10 dependientes en Catalunya estén en listas de espera? ¿Qué pasará con nosotros en el 2060, cuando los mayores de 65 años alcancen un tercio de la población y el 10% de las personas con más de 80 años precisen cuidados de larga duración? Y, sobre todo, ¿cómo permitimos que en las situaciones y etapas de la vida de mayor fragilidad se imponga este indigno sálvese quien pueda?

"En los últimos 30 años de neoliberalismo feroz, se han despreciado las vidas que no son rentables", asegura la escritora Carolina León

«De la ilustración heredamos la división sexual del trabajo (productivo=hombres; reproductivo=mujeres) y esa concepción patriarcal del mundo basada en el individuo como ser autónomo que desdeña la vulnerabilidad humana –afirma la escritora Carolina León, autora del ensayo 'Trincheras permanentes'–. A esa idea se suman los últimos 30 años de neoliberalismo feroz, en los que se han despreciado las vidas que no pueden producir o no dan rendimiento económico».

Según León, por tanto, urge reorganizar la estructura socioeconómica y «poner en valor a las personas y los trabajos invisibles que sostienen el mundo y que muchas veces no forman parte del PIB, pero producen una riqueza diferente: la de la vida buena». De hecho, nos va el presente y no digamos el futuro, porque: ¿quién se encargará de nosotros sin mujeres en casa ocupándose de atender a los demás, sin redes comunitarias y con la  pirámide demográfica invertida y los servicios públicos en retirada?

Dar y recibir cuidados con dignidad

La economía feminista lleva años arrojando luz sobre el hecho de que el estado natural del ser humano es la dependencia respecto a los demás. Y explorando e impulsando fórmulas para dar y recibir cuidados con dignidad. Trabajadores con sueldos dignos; servicios durante todo el ciclo vital; lazos vecinales; jornadas laborables vivibles y hombres corresponsables. «La ley de la dependencia fue un paso adelante porque empezó a materializar la necesidad de los cuidados, pero es claramente insuficiente, por lo que es necesaria una implicación política que ahora no existe», subraya Ester Risco, enfermera del Hospital Clínic de Barcelona e investigadora del grupo Cures a la Gent Gran Depenent.

"Hemos avanzado mucho en tecnologías y en curar, pero no tanto en saber cómo cuidar", asegura la investigadora Ester Risco

Explica la especialista que el aumento de la población dependiente exige más recursos y profesionales en toda la cadena de cuidados. Esto es: servicios de ayuda al cuidador, trabajadores sociales y personal sanitario, con acento en el apoyo domiciliario y los servicios que alivien a los allegados, ya que las investigaciones apuntan a que «las familias aún prefieren hacerse cargo de sus personas queridas mientras lo ven posible». Y aquí llega por fin una buena noticia: la bomba demográfica está avanzando junto a un cambio de mirada, digamos que más humanizante. «Se  empieza a dar más importancia a una vieja lucha de las enfermeras: situar a las personas en el centro de la atención y acompañar a la familia».

Curar y cuidar

La población, explica Risco, es cada vez mayor y sufre más patologías y situaciones complejas, «por lo que se está viendo que hemos avanzado mucho en tecnologías y en curar, pero no tanto en saber cómo tratar, para poder controlar, estos procesos tan largos de envejecimiento, entendidos más como una etapa de la vida que como una enfermedad». Las enfermeras están llamadas, pues, a erigirse en las 'vigías' del ciclo vital: «Estamos  orgullosas de acompañar en el nacimiento y en el final:  trabajar la muerte es también parte de nuestra profesión, es importante que la gente deje la vida de la mejor forma posible». 

"¡Hay tanta ética en la que profundizar y tantos derechos que aprender a proteger!", reflexiona la doctora Ana Urrutia

Una de las cuestiones que en estos momentos sobrevuela sobre este amplio abanico de profesionales podría formularse así: «¿cómo cuidar cuando ya no se puede curar?». No es una pregunta en absoluto retórica. Y la gerontóloga Ana Urrutia, directora de una residencia con centro de día, la toma al vuelo en el ensayo 'Cuidar. Una revolución en le cuidado de las personas' (Ariel), en el que hace las siguientes consideraciones. Una. «Hay que valorar a los seres humanos enfermos, dependientes y vulnerables como a personas y no como seres cosificados. ¡Hay tanta ética en la que profundizar y tantos derechos que aprender a proteger!». Dos. A menudo, «y sin darnos cuenta», en lugar de indagar en su «mundo oculto» para «conocerlos, poder leer sus deseos y respetar su autonomía», se priorizan los intereses del profesional o del centro y los cuidados acaban relegados a un 'check-list' de tareas': despertar-vestir-desayunar-comer-cenar-acostar. Y tres: hay que huir como de la peste de las sujeciones físicas y farmacológicas, «de las que aún se abusa», asegura, a pesar de «la locura» que supone defender la seguridad ante la humanidad.

Dependencia 'low cost'

¿El resultado? «Cuando la atención se adapta al deseo y la dignidad de la persona, esta evoluciona clínicamente mejor. En casos de trastornos, incluso baja el uso de fármacos porque el contacto humano les calma, y el personal también se transforma: es realmente motivador ver cómo las cosas mejoran», añade la doctora, quien también lamenta que la gente crea que «cuidar está al alcance de cualquiera, cuando puede ser realmente complicado y psicológicamente perturbador».

Un estudio apunta a que una inversión de 10.600 millones permitiría atender a todas las personas

Parece pues que una revolución anda fraguándose en los márgenes de la agenda política, a pesar del exiguo presupuesto que ha llevado a los expertos a desenvainar el término de «dependencia low-cost». Según el catedrático de Economía de la UPF  Guillem López-Casasnovas, España dedica menos del 1% del PIB a cuidados de larga duración (casi 7.300 millones de euros en el 2016), «muy lejos de los países que encabezan el ránking de inversión, como Suecia, Noruega u Holanda, que destinan hasta el 3%». Un estudio reciente, añade, apunta a que una inversión de 10.600 millones permitiría atender a todas las personas, mientras que otro informe señala que, si las partidas solo se destinaran a servicios (ahora también hay prestaciones), se crearían y podrían mantenerse 350.000 empleos al año.

Ya ven que urge tomar el asunto por la solapa. Porque, como dice la doctora Ana Urrutia, "¿no es acaso tranquilizador tener la seguridad de que, si en algún momento eres dependiente, te cuidarán con dignidad?".