ASUNTOS PROPIOS

Anabel Alonso, ganadora del 'talent' culinario: "No he visto manos negras en 'MasterChef'"

Anabel Alonso

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Núria Navarro

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A flexibilidad (y atrevimiento) le ganan pocos. Tanto te protagoniza una telenovela de tarde, como te imita a Rafaella Carrà o al Chombo en un 'talent' musical, pone en pie una 'Celestina' –estrena a finales de abril–, le da chispa a una gala de cine o incendia Twitter con sus descargas políticas. Esta semana, la actriz Anabel Alonso (Baracaldo, 1964) ha ganado, a la tercera, 'MasterChef Navidad', con cocinados muy autobiográficos. . 

"Has cocinado feliz", le elogió Jordi Cruz. ¿A qué esa felicidad?

El nacimiento de mi hijo, Igor, ha supuesto un cambio bestial. Siempre había sido el centro de mi vida, siempre, y me he echado a un lado. Es un amor que no había conocido nunca. De una generosidad absoluta, porque, por más que digas que no, de todos los demás esperas algo. Mi hijo me ha colocado de otra manera en el mundo.

"Mi hijo me ha colocado de otra manera en el mundo"

¿De qué manera?

Me ha hecho estar más en disposición para los demás, ser más paciente.

Esta vez no se habría peleado con Tamara Falcó.

[Ríe] Pues igual no. No sé hasta qué punto se debe a la maternidad, pero, aunque te quieres superar, y llegar hasta el final, dices: "¡Tampoco me va la vida!".

"Esta vez igual no me habría peleado con Tamara Falcó"

 A 'MasterChef' le acompaña la polémica. Usted, que no se calla, ¿qué alega?

Chica, yo he estado tres veces y no he visto manipulaciones, ni manos negras, ni nada parecido. Se graban muchísimas horas de cocinado, se para a comer y se hace la cata. Se ve mucho de ti. No puedes actuar con la tensión de tener que dar de comer a 100 en una prueba de exteriores. Llegas a olvidar que estás en la tele, la verdad.

Se mete en todos los fregados. ¿Tiene explicación ese hambre?

Soy muy osada. Y un poquito inconsciente, también. Pienso: "Si la cago, qué más da, tampoco estoy en una mesa de operaciones". Me gusta mucho el oficio, nunca dejas de aprender. Creces con cada personaje y ellos contigo.

"En 'Masterchef' llegas a olvidar que estás en la tele, la verdad"

¿Siempre fue así?

Está en los orígenes. Cuando planteé en mi casa que quería ser actriz era una marcianada similar a querer ser astronauta. Absolutamente impensable.

Dos hermanos suyos fallecieron de niños. Le complicaba el despegue.

Evidentemente, mi padre no estaba por la labor. A los 18 años le dije: "Papá, si a los 40 soy una desgraciada, será responsabilidad mía y de nadie más". Aquella frase fue un revulsivo y me dio alas. Y yo tenía instinto de supervivencia. "Voy a luchar por vivir la vida como creo porque es muy efímera", pensé.

No ha sido "una desgraciada".

He sido disciplinada. Si me ha venido la inspiración, me ha encontrado currando. 

¿Hay alguna amargura en el saco?

He tenido suerte, pero no sabe lo difícil que es que te sigan llamando. Lo cruel de esta profesión es que un día eres la leche y se te rifan, y otro, sin saber por qué, te dejan de llamar y te entran todas las inseguridades. Tienes que ser fuerte, saber que es una carrera de fondo, no llevártelo a la cuestión personal.

¿Tiene inseguridades usted?

¡Claro! La aprobación siempre te viene de fuera. La llamada, el aplauso, la crítica.

En Twitter no lo parece. ¿De qué está más satisfecha, de su yo profesional o del político?

Uff, hace unas preguntas...

"No es momento para ponerse de perfil"

Pregunto por su activismo.

No es momento para ponerse de perfil. Cuesta mucho ganar derechos y muy poco perderlos, y el panorama está muy peliagudo. Con la edad, sé perfectamente que no voy a gustar a todo el mundo, pues, al menos, trato de ser consecuente.

Le caen paladas de bilis.

Lo que me mosquea es que se mezcle mi calidad artística con el hecho de no compartir ciertas opiniones. Cuando voy al médico o llamo a un fontanero, no les pregunto lo que piensan.

"Los tuits sobre mi sexualidad o mis ideas políticas no me hacen gotita de mella"

Entran en el terreno personal, por "comunista", por "lesbiana". 

¡Eso siempre! Pero a mí los tuits sobre mi sexualidad o mis ideas políticas no me hacen ni gotita de mella.

¿No?

Muy poca gente verá –por no decir nadie– que se meta conmigo en esos términos que vaya con su identificación por delante. Y cuando les contesto, es con ironía, pero con respeto. 

¿A los 58 años no le entran ganas de pisar un poco el freno?

Es que, ¡jo!, mi vocación es muy fuerte y me lo echo todo a la espalda, con ilusión. Tener a Igor me ha puesto mucho las pilas. Y habrá que pagarle la universidad, o lo que sea que quiera.

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